Oh, mierda, otra vez. Un agujero aparece en la entrepierna de mis pantalones vaqueros. Cuatro o cinco luminosas
soluciones pasan por mi cabeza. Aunque creo que al final me quedo con la de
poner un parche improvisado. Luego empieza a levantarse mientras voy andando y
acaba correteando por mis piernas, como las monedas que llegan hasta la planta
del pie cuando tienes los bolsillos agujereados. Finalmente: tendré que
reemplazarlos.
Atravieso el portal acristalado y
de pronto me hallo sumergido en un estereoscópico festival de música
discotequera, entre trapos y prendas edulcoradas (no sé, ahora todo está
edulcorado), mangas de camisas desteñidas y poperos colores amarillos. Están
ahí, las capitalizadas expresiones faciales de ídolos del cine en forma de
camisetas, apiladas unas encima de otras sin consenso alguno. “¡Oh, dios, ese
es un Stormtrooper!” Salto al hiperespacio de arco iris. Quiero comprar y
consumir. Siento el impulso de levantar el brazo, puño en alto, y moverlo al
compás de la música BUM BUM BUM… Pero, bien. Venimos a por pantalones. Simples.
Sacudo la cabeza y despierto. Rápidamente, mientras mi expresión de asco va
progresivamente en aumento, doy una pequeña vuelta por la tienda. No hay
pantalones válidos y, si los hay, los dejo por el camino. Vengo de otro
planeta. Los entes que por ahí moran son esclavos de los trapos, los trapos de
colorines edulcorados. El nerviosismo va en aumento y decido salir corriendo.
Salgo un tanto encogido. Reflexiono. Inevitablemente, la moda acaba resultando
una expresión puramente personal. Pero esa expresión casi involuntaria, a
veces, termina en una desvalorizada obsesión por aparentar. Me abruma. Tanta
superficialidad me insta a querer salir de ahí.
Azul casi transparente. Mi
debilidad es la cultura capitalizada. Libros, libros. Puestos a gastar dinero,
gastémoslo en libros. Es una especie de fetichismo. Azul casi transparente.
Solo el título del libro me llama la atención. Azul casi transparente como el
de algunos pantalones desgastados a propósito que podía haber encontrado
después de atravesar aquel portal de cristal. Mi futuro pantalón queda
transmutado en “Azul casi transparente”, del Murakami oscuro. El otro.
Es como un puñetazo de crudeza y
personalidad. La vida a través de los ojos de unos jóvenes heroinómanos pero
con un aire intimista, puro, una especie de haiku suicida. Luego el
protagonista sale al balcón únicamente a contemplar el horizonte mientras
llueve de forma reconfortante. Solo él lo entiende.
"Azul casi transparente". Haré algo más que apuntármelo. Gracias.
ResponderEliminarEs como una especie de Trainspotting japonés. :D
ResponderEliminarMuy bueno tu relato Tomeu, el futuro pantalón del Murakami oscuro, la superficialidad de una sociedad consumista. :))
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