Bajo el cielo y sobre la tierra
pasea el indiferente que yo soy,
cabeza agachada, rima mala de poeta
acompasado por la madrugada en calma,
la sinceridad nocturna.
Movido por un impulso vacío,
endeble, por el hastío,
el motor único del rumor de mis pasos.
Por los suspiros al limbo de las posibilidades.
Por aquellos llantos insurreccionales.
Por el qué ha venido y el qué vendrá,
el mito de las decisiones, los proyectos olvidados.
Voy a escuchar a aquel cantautor,
voz ronca, poesía olvidada,
ahogado en la búsqueda imposible de la belleza
amarrada a la contradicción permanente
de la vanidad de los indolentes,
escondido en la luz apagada.
A ver si con sus ahítos suspiros irracionales
ilumino una pequeña vela.
Entumecido el cráneo, dispersa la mente
bajo la niebla de lo futurible.
Inevitablemente tenemos que dar el siguiente paso final
¿Y qué?
Aire de tranquilidad perpetua pero insistente,
mentirosa que esconde la búsqueda de la imposible belleza
y que busca desgarrarse en estas palabras, que son lágrimas.
Que son un efímero escondite
Que son lo indeseable, a veces…
¿Y el miedo? ¿Dónde ha quedado el miedo?
No te mientas, no.
Bajo el cielo y sobre la tierra
es el miedo el que nos mueve.
Es la frustración de lo que fue posible,
es el golpe, y el acorde, y el otra vez,
y la canción de redención y compasión
y el acerbo,
La contradicción, la contradicción, la belleza imposible
y lo bello de estar desnudo frente a la aparente crueldad.
La hermosura de respirar y seguir adelante,
Adelante.
Bajo el cielo y sobre la tierra
paseo yo, el indiferente,
pisando lo hermoso e indescriptible,
la fiebre, lo próximo, vivir acelerado,
solo existir.