Por lo demás, en toda disputa o argumentación es preciso estar de
acuerdo sobre alguna cosa si se quiere juzgar la cuestión debatida conforme a
un principio: contra negantem principia non est disputandum [no cabe discusión
con quien niega los principios].
El arte
de tener razón, Arthur Schopenhauer
Permitidme que de la voz de
alarma sobre una cuestión: Internet es un paraje inhóspito, poco seguro, hay
que andar con pies de plomo. El problema es que está lleno de palabras y estas,
bien articuladas, y no en el sentido de la rigurosidad lógica, sino en el de la
bien lograda apariencia, constituyen una de las armas de destrucción masiva más
peligrosas de la historia: el lenguaje. Gracias a él, a su atractiva forma, se
han maquillado las más oscuras intenciones del hombre, se han construido mitos,
se han concebido dioses, se han justificado barbaridades. Y es que es la
palabra la herramienta de nuestra mayor facultad: el pensamiento. Pero, gracias
a ¿dios?, existe otra valiosa herramienta que puede ayudarnos a arrojar un poco
de luz en nuestro amargo caminar entre las palabras: el método.
El caso es que ahora, con un solo
clic, puedes recibir un bombardeo de sobreinformación poco contrastada (a veces con faltas de ortografía). Y mientras pululaba por
YouTube, intentando sortear el aburrimiento, medio divirtiéndome con videos de
profetas cutres sermoneando sobre pseudociencias, tras leer los comentarios no
he logrado contener la indignación. Se habían tragado todas las palabras huecas
que aquel hombre de voz lenta y profunda
les había escupido a la cara. Y, para mayor inri, con pretensiones científicas.
Lo que pasa es que se puede hablar de muchas cosas con relativa ligereza menos
de ciencia, o al menos si pretendes que lo que dices tenga relevancia científica,
pues te topas de frente con el método. Pero no estoy hablando de ninguna
divinidad, hablo de un pretendido orden que ha sido impuesto en base a convención,
sí, y es que la ciencia no es ciencia por tratar de los pretendidos asuntos “científicos”,
la ciencia es ciencia porque es convención, porque es método, porque existe un
orden, un procedimiento que parte del hecho empírico para construir el edificio
del conocimiento. Pero ese edificio no es un ente inmutable e impertérrito,
todo lo contrario, es algo así como lo que dicen los populares: permanentemente
revisable. Pero, atención, permanentemente revisable a través del método, pues
estas son las reglas dispuestas de forma consensuada para poder participar en el
juego. En caso contrario, en caso de que no se quieran seguir las formas
científicas, invito a cualquiera a que explique la realidad desde otras perspectivas
(que no digo que no disponga cada cual de su propio procedimiento metodológico
y que no sean igualmente válidas), aunque estas inevitablemente no podrán ser consideradas
ciencia, pues no entran en el juego.