martes, 30 de abril de 2013

Sin saber quién soy


      Fue inmediato. Sintió un intenso dolor y notó como todo daba vueltas. Perdió la visión. Perdió la noción del tiempo y la realidad hasta que, un inquietante escalofrío recorrió su cuerpo. Entonces, despertó. Fue un despertar como el que nunca antes había sentido. Se sentía liberado. Se sentía ligero, como si se hubiera quitado un grandísimo peso de encima. Se sentía extremadamente bien, tan extremadamente bien que algo le decía por dentro que aquello no era posible, que aquello era irreal.
Se levantó y paseó tranquilamente la vista por aquel sitio. Era un lugar totalmente blanco y luminoso. Daba una sensación de calma y paz total. Una suave brisa acarició su mejilla mientras susurraba reconfortante y se hacía eco en la inmensidad de aquel espacio. Se miró los pies. Iba descalzo.
-Bienvenido al lugar de los sueños, de los sueños eternos. - dijo alguien detrás de él – Veo que eres nuevo por aquí, Igor.
Igor se giró repentinamente sobresaltado y con cara interrogante.
-¿No te llamas Igor? El problema es que a todo el mundo nuevo que llega a este lugar le llamo Igor al principio, pero no sé por qué.-
-No me llamo Igor, me llamo…-
-Bueno Igor, ¿cómo has llegado aquí?, ¿fue doloroso?- Preguntó el extraño
-¿Doloroso? ¿Cómo? Esto… creo que no te entiendo. Estoy un poco confuso…- dijo Igor. Se encontraba mal. Desubicado, confuso, perdido, no sabía dónde estaba y, aún peor, no sabía cómo había llegado allí.
- Bien, estás pasando por el proceso normal. Tranquilízate, ahora llegarás a la fase de aceptación. Sígueme, por favor.- dijo aquel extraño individuo.
Todo aquello era cuanto menos irreal. Parecía un sueño. Igor reorganizó sus ideas. Primero había habido aquel dolor intenso, más tarde, había perdido el conocimiento. Después despertó en este extraño lugar donde un hombre desconocido le hablaba de cosas sin sentido. El lugar era blanco. Desconcertantemente blanco. Tan blanco que daba una extrema sensación de tranquilidad y alivio.
Aquel hombre era muy raro. Iba vestido con un impecable traje blanco. Rubio con unos ojos negros penetrantes y más de metro ochenta y cinco de estatura, imponía autoridad solo con su presencia. Era imposible adivinar su edad. Era algo muy difícil de explicar. Su rostro era maduro pero no estaba castigado por el paso del tiempo, pero su mirada reflejaba una gran sabiduría y experiencia. Igor siguió a su impoluto guía hasta que pararon en un lugar donde la unanimidad blanca se difuminaba con el color azul claro. Era el azul del cielo. Igor esbozó una sonrisa al volver a ver el cielo.
-A veces las cosas más pequeñas son las que tienen un valor más grande- dijo el guía impoluto. Aquel era el “mote” mental que le había dado Igor a su compañero.
- Acércate y salta- y entonces el hombre se arrojó.
Igor siguió las instrucciones del hombre. Se acercó al sitio donde el guía impoluto había saltado y observó. Miles de metros más abajo se extendía un vasto desierto de arena. Igor saltó. Siguiendo las leyes de la física y según la fórmula del movimiento rectilíneo uniformemente acelerado, aquella caída tendría que ser mortal. Igor tuvo miedo. Entonces chocó contra el suelo. No fue doloroso pero Igor notó el contacto con el suelo, y no fue algo agradable. Se levantó y se sacudió la arena. El guía impoluto estaba delante de él.
-Ya aprenderás a caer de pie, yo cargo con unos cuantos miles de años de experiencia- dijo el guía y soltó una elegante carcajada.

Ahora no todo era blanco. Había dos colores. El interminable color crema de la arena que contrastaba con el intenso azul del cielo sin nubes. Veinte metros delante de ellos se vislumbraba tenuemente una pequeña casa blanca. La casa se podría definir como el estereotipo del minimalismo. Era un cubo perfecto con una puerta y dos ventanas ordenadas de manera simétrica en la fachada.
-Ahí nos dirigimos- dijo el guía impoluto e Igor asintió. Acto seguido echaron a andar.
- ¿Qué es este lugar? ¿Cómo he llegado aquí? - dijo Igor al cabo de unos minutos
- Todos preguntáis lo mismo y nadie de vosotros se para a observar. Por eso estáis aquí, porque no conseguís asimilar lo que realmente os ha pasado. Abre los ojos, Igor,  dentro de poco descubrirás donde te encuentras.
Igor quedó completamente aturdido con esa respuesta. Alguien dijo aquello de que cuantas más preguntas respondas más preguntas aparecen acerca de las respuestas que acababas de descubrir. Así que Igor se planteó si, realmente, esto le había ayudado a descubrir más o a desconocer más.
Llegaron a la casa. Abrieron la puerta. La casa únicamente constaba de una habitación amueblada con una mesa baja de madera de roble circular en el centro rodeada por unos cómodos sofás de color naranja. El suelo era de parqué y las paredes estaban recubiertas de estanterías hasta llegar al techo. En la pared contraria a la puerta había una chimenea de leña en la que un fuego estaba encendido. No había ventanas. La luz era tenue y reconfortante. Aquella visión acogedora contrarrestó toda la confusión y las dudas que pasaban por la mente de Igor.
-Toma asiento, ponte cómodo. Puedes coger cualquier libro de la estantería. Te aseguro que encontrarás de todo y cuando digo todo, es todo.-
- Está bien- dijo Igor
- Ahora me voy. Recuerda esto: a las dos y media estaré de vuelta. Ahora nosotros no podemos hacer nada, todo depende de ti.- dijo el guía impoluto.
A Igor le cambió la expresión de la cara. Pensaba que había llegado a esa casa donde el guía impoluto le explicaría todo lo que pasaba. Hasta ahora se lo había tomado con calma, con demasiada calma. Estaba confuso, aturdido, no sabía dónde se encontraba y, entonces, apareció aquel extraño hombre del traje blanco y la mirada profunda. Sus frases cargadas de misterio le habían desorientado aún más y ahora, llegó el momento en que Igor estalló.
-¡¿Cómo?! ¿¡Te vas y me dejas aquí solo en una cabaña en medio de un desierto después de haber saltado desde una nube a dos mil kilómetros de altura sin haber resultado herido?! Después de todo esto, ¿no me vas a contar que está pasando? ¿Te limitas a dejarme encerrado en una cabaña? ¡Esto es irreal! ¡Ya basta, la broma ha terminado!- gritó Igor mientras el guía impasible le daba la espalda y se dirigía hacia la puerta.
-¡Escúchame! ¡¿Qué coño está pasando aquí?! ¡¿No me lo vas a explicar?!- dijo Igor enfurecido y a la vez sorprendido de la reacción de su enigmático compañero. El guía impoluto siguió su camino hacia la puerta. Se giró y pronunció las más misteriosas palabras que Igor había oído hasta entonces:
- Recuerda quién fuiste-
Entonces el guía impoluto desapareció. Igor le llamó, gritó al techo y a todas las demás paredes de la casa. No recibió respuesta. ¿Era aquello un sueño? ¿Podría ser que se despertarse de golpe en su cama sudando y esto solo fuese una pesadilla? Igor estaba desconcertado. Se sentía perdido. Se sentía indefenso. Era la peor situación que podría tener un hombre, el desconocerlo todo. No entendía dónde estaba ni cómo había llegado allí. Entonces intentó sacar alguna conclusión de todos los sucesos que había pasado y de todas las palabras que el hombre del traje blanco le había dicho. En ese momento Igor recordó. ¡El guía impoluto nunca le había preguntado su nombre! ¡Simplemente le había llamado Igor! Y él había dicho que no se llamaba Igor que se llamaba… Igor tuvo miedo. No saber dónde te encontrabas era muy desconcertante, pero era peor no saber quién eras. Igor no se acordaba de su nombre. Intentó hacer memoria, buscar en su mente el recuerdo de dónde había estado antes de llegar a aquel sitio blanco. No lo consiguió. La desesperación llegó a Igor y el terrible miedo a lo desconocido le invadió. Solo pudo soltar un grito y levantar los brazos. Igor empezó a golpear las estanterías y a tirar todos los libros. Pero detrás de los libros había más libros. ¡Y detrás de aquellos libros había más libros y más libros! Entonces, en un arrebato de rabia, Igor cogió algunos libros del suelo y los lanzó contra la chimenea. El fuego los consumió. Igor saltó encima de la mesa y empezó a gritar hasta que no le quedaron fuerzas y entonces se durmió.



                          



Igor despertó. Se encontraba tumbado boca arriba encima de la mesa.  Se incorporó poco a poco y observó la terrible escena a su alrededor. Todo tendría que estar destruido, recordaba haber roto estanterías y lanzado libros por los aires. Recordaba como las páginas de literatura habían sido maltratadas y arrancadas sin ningún tipo de miramientos. Ahora, todo estaba recogido. Todo se encontraba tal como estaba antes de aquel destrozo. Igor se sorprendió.
-¡¿A qué estás jugando?! ¡¿Qué quieres de mí?!- gritó Igor.
Entonces observó que encima de la chimenea reposaba un reloj. Igor se levantó de la mesa de golpe y saltó al suelo. Recordaba como el hombre del traje blanco le había dicho que llegaría a las dos y media. Eran las doce de la mañana. Seguramente había encontrado dormido a Igor y con todo el destrozo que había visto se debería de haber largado enfadado. En ese momento Igor se preguntó, ¿por qué el hombre del traje blanco había recogido todo lo que había roto Igor? ¿Cómo era posible que hubiera dejado todo como si hubiese permanecido intacto?
Igor se sentó en un sofá y observó la estantería que tenía enfrente, llena de libros. Se alegró de reconocer a muchos autores conocidos por él. Encontró a Shakespeare, a Cervantes, pero no sólo a los clásicos. ¡Todo lo que buscaba lo encontraba! Aquello se convirtió en un entretenimiento. Encontró a los grandes de la ciencia ficción: Asimov, Wells, Philip K. Dick, U. LeGuin… Todos aquellos libros le apasionaban durante su adolescencia. “La Guerra de los Mundos”, “La Fundación”, “Un Mundo Feliz”, “Crónicas Marcianas”. Encontró todos los libros del mago más famoso del mundo de la literatura: Harry Potter. Se asustó al encontrar también libros que nunca leería o que odiaba debido a traumas infantiles: “Las aventuras de los Cinco”. Recordaba las eternas meriendas de aquel grupo de cinco jóvenes que cada verano pasaban una aventura nueva. Siempre aparecía la cerveza de jengibre rodeada de un ambiente alegre acompañado por tostadas de mermelada de fresa. Enid Blyton y sus libros de aventuras le aborrecían cuando era un niño. Siguió buscando libros y encontrándose con sorpresas hasta que su mirada se detuvo en un libro. El pánico, la desesperación, la confusión, el temor, todo volvió a Igor. Volvió a sentirse encerrado en aquel sitio, en aquel mundo, sin salida. Aquel libro se titulaba: “Esta es la historia de Igor”. Igor tuvo el temor de que ese libro se refiriera a él. Sabía que sonaba estúpido pero tuvo la necesidad de comprobarlo. Cogió el libro con furia de la estantería y lo abrió por la primera página:
“-Bienvenido al lugar de los sueños, de los sueños eternos. - dijo alguien detrás de él – Veo que eres nuevo por aquí, Igor.
Igor se giró repentinamente sobresaltado y con cara interrogante.
-¿No te llamas Igor? El problema es que a todo el mundo nuevo que llega a este lugar le llamo Igor al principio, pero no sé por qué.-
-No me llamo Igor, me llamo…-“
Aquella era la conversación que había tenido con el hombre del traje blanco, el guía impoluto, el señor de la mirada profunda y las frases misteriosas. Alzó la vista hacia el reloj de la chimenea, eran las doce. ¡¿Eran las doce?! ¿¡El reloj siempre marcaba la misma hora?! ¿¡Estaba estropeado?! Igor, con el libro en la mano aún, corrió hacia la puerta de la casa, la abrió y salió corriendo a través del inmenso desierto. Corrió durante, al menos, una hora entera aunque había perdido totalmente la noción del tiempo. Cuando ya no pudo más se desplomó sobre la arena y se durmió.
Igor despertó. Se encontraba tumbado boca arriba encima de la mesa.  Se incorporó poco a poco y observó la terrible escena a su alrededor. ¡Se encontraba tumbado encima de la mesa de aquella maldita casa! Un escalofrío recorrió el cuerpo de Igor el cuál se arrinconó en una esquina. Y entonces, lo volvió a encontrar, el libro se encontraba en el mismo sitio de la estantería de donde lo había cogido. Miró de nuevo al reloj y eran las doce. Igor no entendía nada. Cerró los ojos para volver a abrirlos y ver si aquello no era real. Pero al abrirlos se encontró que estaba en el mismo sitio. Entonces empezó a llorar. Lloró tanto que un charco de lágrimas se formó a sus pies. Igor siguió llorando durante horas. Al final, observó como en el charco de lágrimas se reflejaba su propia cara. Vio a un hombre cansado y mal arreglado. La barba le había crecido e iba totalmente despeinado. Era una imagen desastrosa. Entonces recordó las últimas palabras del hombre del traje blanco: “Recuerda quien fuiste”. Igor se levantó, se secó las lágrimas, se frotó la cara y fue a coger otra vez el libro de la estantería. Pero entonces pensó: El hombre me dijo que encontraría todos los libros que buscase, todos los libros. Igor encontró justamente al lado del libro de “Esta es la historia de Igor”, un libro bastante más grueso llamado, “El libro que buscas”. Decidió ojearlo:
Nací el 12 de febrero de 1985, en Barcelona. Mis padres me contaron que pesaba 3.5 kilogramos […] Con 13 años besé a la primera chica. Se llamaba […] Me persiguen por algo que no he hecho, han puesto palabras en mi boca que jamás he dicho […] “
Igor leyó las últimas páginas. Y empezó a recordar:
“Está apuntándome con una pistola, sabe que sé demasiado, no dejarán que saque a la luz todas sus acciones […] Este no será el final, ¡no puedo morir!”


Igor lo entendió todo. No podía morir, tenía aún muchas cosas que hacer, pero sin embargo, ahora lo había descubierto, estaba muerto. La pistola apuntándole a la cabeza… Había sido asesinado. Había muerto defendiendo sus ideas y eso es lo que aún le mantenía vivo. Estaba muerto pero aún existían dentro de él las ganas de vivir. Había llegado a aquel lugar porque no había sido capaz de aceptar su propia muerte, no podía morir cuando le quedaban muchas cosas por hacer en el mundo de los mortales. Pero sin embargo, fue asesinado. El pensamiento de Igor perduró después de su muerte. Él era un fantasma que no aceptaba haber tenido que morir, y menos, de aquella forma.
Lo había conseguido, ya no estaba desesperado, ahora estaba enfurecido. ¡Había sido asesinado! No podía sentirse contento. Alzó la vista y contempló el reloj de encima de la chimenea. Marcaba las dos y media. La puerta se abrió y entró el hombre del traje blanco.
-Excelente, ya sabes por qué estás aquí- dijo el guía impoluto
- ¡Sí, estoy muerto y no debería estar muerto!- respondió Igor
-La realidad es que estás muerto y sí debes de seguir estando muerto.- dijo el hombre del traje blanco-  Ese es vuestro problema, cuando descubrís quienes fuisteis y cuán trágica fue vuestra muerte, sucede lo que llamamos trauma post-muerte. Ahora lo único que deseas es venganza. Por eso vosotros, los fantasmas, nunca descansáis en paz, porque no aceptáis el hecho de que os hayáis muerto.
-No necesito descansar- dijo Igor
-Créeme Igor, vagar eternamente por el mundo de los vivos no es la solución a tus problemas- dijo el hombre del traje blanco.
-¡No me llamo Igor!-

                                                                                                                                       Tomeu Martorell

Una cuestión...


Una cuestión en la cual todos hemos pensado alguna vez y hasta gente, de esa importante y al parecer con nombres griegos, han filosofado a lo largo de nuestra existencia en este planeta: ¿Qué es este mundo que nos rodea?
Ya hubo uno que dijo “pienso luego existo”; que viene a decir que todo lo que nos rodea existe justamente porque somos conscientes de  ellos. En otras palabras, si el universo es tan complejo será por algo.

¿Pero, si es tan complejo, podemos lograr a entender cómo funciona?

Muchas teorías ha habido a lo largo de la historia y, cada vez, hemos ido logrando ideas más completas con las que llegar a entender esta gran incógnita. Luego, estas grandes hipótesis han tenido que revolucionar la ciencia y la moral de la época, por tanto, cabe esperar que las nuevas empiecen por parecer locuras que rozan lo absurdo; pero, ¿no fue tratado el mismo Galileo, Einstein o Plank como un loco cuando postuló sus ideas?
Por consecuencia, se tendría que observar detenidamente cualquier sugerencia a ser respuesta de las cuestiones que más se han querido contestar, y por tanto, no desechar ninguna teoría que se desvía de la razón únicamente por ser algo brillante en imaginación.