Fue inmediato. Sintió un intenso dolor y notó como
todo daba vueltas. Perdió la visión. Perdió la noción del tiempo y la realidad
hasta que, un inquietante escalofrío recorrió su cuerpo. Entonces, despertó.
Fue un despertar como el que nunca antes había sentido. Se sentía liberado. Se
sentía ligero, como si se hubiera quitado un grandísimo peso de encima. Se
sentía extremadamente bien, tan extremadamente bien que algo le decía por
dentro que aquello no era posible, que aquello era irreal.
Se levantó y paseó tranquilamente la vista por aquel
sitio. Era un lugar totalmente blanco y luminoso. Daba una sensación de calma y
paz total. Una suave brisa acarició su mejilla mientras susurraba reconfortante
y se hacía eco en la inmensidad de aquel espacio. Se miró los pies. Iba
descalzo.
-Bienvenido al lugar de los sueños, de los sueños
eternos. - dijo alguien detrás de él – Veo que eres nuevo por aquí, Igor.
Igor se giró repentinamente sobresaltado y con cara
interrogante.
-¿No te llamas Igor? El problema es que a todo el
mundo nuevo que llega a este lugar le llamo Igor al principio, pero no sé por
qué.-
-No me llamo Igor, me llamo…-
-Bueno Igor, ¿cómo has llegado aquí?, ¿fue
doloroso?- Preguntó el extraño
-¿Doloroso? ¿Cómo? Esto… creo que no te entiendo.
Estoy un poco confuso…- dijo Igor. Se encontraba mal. Desubicado, confuso,
perdido, no sabía dónde estaba y, aún peor, no sabía cómo había llegado allí.
- Bien, estás pasando por el proceso normal.
Tranquilízate, ahora llegarás a la fase de aceptación. Sígueme, por favor.-
dijo aquel extraño individuo.
Todo aquello era cuanto menos irreal. Parecía un
sueño. Igor reorganizó sus ideas. Primero había habido aquel dolor intenso, más
tarde, había perdido el conocimiento. Después despertó en este extraño lugar
donde un hombre desconocido le hablaba de cosas sin sentido. El lugar era
blanco. Desconcertantemente blanco. Tan blanco que daba una extrema sensación
de tranquilidad y alivio.
Aquel hombre era muy raro. Iba vestido con un
impecable traje blanco. Rubio con unos ojos negros penetrantes y más de metro
ochenta y cinco de estatura, imponía autoridad solo con su presencia. Era
imposible adivinar su edad. Era algo muy difícil de explicar. Su rostro era
maduro pero no estaba castigado por el paso del tiempo, pero su mirada reflejaba
una gran sabiduría y experiencia. Igor siguió a su impoluto guía hasta que
pararon en un lugar donde la unanimidad blanca se difuminaba con el color azul
claro. Era el azul del cielo. Igor esbozó una sonrisa al volver a ver el cielo.
-A veces las cosas más pequeñas son las que tienen
un valor más grande- dijo el guía impoluto. Aquel era el “mote” mental que le
había dado Igor a su compañero.
- Acércate y salta- y entonces el hombre se arrojó.
Igor siguió las instrucciones del hombre. Se acercó
al sitio donde el guía impoluto había saltado y observó. Miles de metros más
abajo se extendía un vasto desierto de arena. Igor saltó. Siguiendo las leyes
de la física y según la fórmula del movimiento rectilíneo uniformemente
acelerado, aquella caída tendría que ser mortal. Igor tuvo miedo. Entonces
chocó contra el suelo. No fue doloroso pero Igor notó el contacto con el suelo,
y no fue algo agradable. Se levantó y se sacudió la arena. El guía impoluto
estaba delante de él.
-Ya aprenderás a caer de pie, yo cargo con unos
cuantos miles de años de experiencia- dijo el guía y soltó una elegante
carcajada.
Ahora no todo era blanco. Había dos colores. El
interminable color crema de la arena que contrastaba con el intenso azul del
cielo sin nubes. Veinte metros delante de ellos se vislumbraba tenuemente una pequeña
casa blanca. La casa se podría definir como el estereotipo del minimalismo. Era
un cubo perfecto con una puerta y dos ventanas ordenadas de manera simétrica en
la fachada.
-Ahí nos dirigimos- dijo el guía impoluto e Igor
asintió. Acto seguido echaron a andar.
- ¿Qué es este lugar? ¿Cómo he llegado aquí? - dijo
Igor al cabo de unos minutos
- Todos preguntáis lo mismo y nadie de vosotros se
para a observar. Por eso estáis aquí, porque no conseguís asimilar lo que
realmente os ha pasado. Abre los ojos, Igor,
dentro de poco descubrirás donde te encuentras.
Igor quedó completamente aturdido con esa respuesta.
Alguien dijo aquello de que cuantas más preguntas respondas más preguntas
aparecen acerca de las respuestas que acababas de descubrir. Así que Igor se
planteó si, realmente, esto le había ayudado a descubrir más o a desconocer más.
Llegaron a la casa. Abrieron la puerta. La casa
únicamente constaba de una habitación amueblada con una mesa baja de madera de
roble circular en el centro rodeada por unos cómodos sofás de color naranja. El
suelo era de parqué y las paredes estaban recubiertas de estanterías hasta
llegar al techo. En la pared contraria a la puerta había una chimenea de leña
en la que un fuego estaba encendido. No había ventanas. La luz era tenue y
reconfortante. Aquella visión acogedora contrarrestó toda la confusión y las
dudas que pasaban por la mente de Igor.
-Toma asiento, ponte cómodo. Puedes coger cualquier
libro de la estantería. Te aseguro que encontrarás de todo y cuando digo todo,
es todo.-
- Está bien- dijo Igor
- Ahora me voy. Recuerda esto: a las dos y media
estaré de vuelta. Ahora nosotros no podemos hacer nada, todo depende de ti.-
dijo el guía impoluto.
A Igor le cambió la expresión de la cara. Pensaba
que había llegado a esa casa donde el guía impoluto le explicaría todo lo que
pasaba. Hasta ahora se lo había tomado con calma, con demasiada calma. Estaba
confuso, aturdido, no sabía dónde se encontraba y, entonces, apareció aquel extraño
hombre del traje blanco y la mirada profunda. Sus frases cargadas de misterio
le habían desorientado aún más y ahora, llegó el momento en que Igor estalló.
-¡¿Cómo?! ¿¡Te vas y me dejas aquí solo en una
cabaña en medio de un desierto después de haber saltado desde una nube a dos
mil kilómetros de altura sin haber resultado herido?! Después de todo esto, ¿no
me vas a contar que está pasando? ¿Te limitas a dejarme encerrado en una
cabaña? ¡Esto es irreal! ¡Ya basta, la broma ha terminado!- gritó Igor mientras
el guía impasible le daba la espalda y se dirigía hacia la puerta.
-¡Escúchame! ¡¿Qué coño está pasando aquí?! ¡¿No me
lo vas a explicar?!- dijo Igor enfurecido y a la vez sorprendido de la reacción
de su enigmático compañero. El guía impoluto siguió su camino hacia la puerta.
Se giró y pronunció las más misteriosas palabras que Igor había oído hasta
entonces:
- Recuerda quién fuiste-
Entonces el guía impoluto desapareció. Igor le
llamó, gritó al techo y a todas las demás paredes de la casa. No recibió
respuesta. ¿Era aquello un sueño? ¿Podría ser que se despertarse de golpe en su
cama sudando y esto solo fuese una pesadilla? Igor estaba desconcertado. Se
sentía perdido. Se sentía indefenso. Era la peor situación que podría tener un
hombre, el desconocerlo todo. No entendía dónde estaba ni cómo había llegado
allí. Entonces intentó sacar alguna conclusión de todos los sucesos que había
pasado y de todas las palabras que el hombre del traje blanco le había dicho.
En ese momento Igor recordó. ¡El guía impoluto nunca le había preguntado su
nombre! ¡Simplemente le había llamado Igor! Y él había dicho que no se llamaba
Igor que se llamaba… Igor tuvo miedo. No saber dónde te encontrabas era muy
desconcertante, pero era peor no saber quién eras. Igor no se acordaba de su
nombre. Intentó hacer memoria, buscar en su mente el recuerdo de dónde había
estado antes de llegar a aquel sitio blanco. No lo consiguió. La desesperación
llegó a Igor y el terrible miedo a lo desconocido le invadió. Solo pudo soltar
un grito y levantar los brazos. Igor empezó a golpear las estanterías y a tirar
todos los libros. Pero detrás de los libros había más libros. ¡Y detrás de
aquellos libros había más libros y más libros! Entonces, en un arrebato de
rabia, Igor cogió algunos libros del suelo y los lanzó contra la chimenea. El
fuego los consumió. Igor saltó encima de la mesa y empezó a gritar hasta que no
le quedaron fuerzas y entonces se durmió.
Igor despertó. Se encontraba tumbado boca arriba
encima de la mesa. Se incorporó poco a
poco y observó la terrible escena a su alrededor. Todo tendría que estar
destruido, recordaba haber roto estanterías y lanzado libros por los aires.
Recordaba como las páginas de literatura habían sido maltratadas y arrancadas
sin ningún tipo de miramientos. Ahora, todo estaba recogido. Todo se encontraba
tal como estaba antes de aquel destrozo. Igor se sorprendió.
-¡¿A qué estás jugando?! ¡¿Qué quieres de mí?!-
gritó Igor.
Entonces observó que encima de la chimenea reposaba
un reloj. Igor se levantó de la mesa de golpe y saltó al suelo. Recordaba como
el hombre del traje blanco le había dicho que llegaría a las dos y media. Eran
las doce de la mañana. Seguramente había encontrado dormido a Igor y con todo
el destrozo que había visto se debería de haber largado enfadado. En ese
momento Igor se preguntó, ¿por qué el hombre del traje blanco había recogido
todo lo que había roto Igor? ¿Cómo era posible que hubiera dejado todo como si
hubiese permanecido intacto?
Igor se sentó en un sofá y observó la estantería que
tenía enfrente, llena de libros. Se alegró de reconocer a muchos autores
conocidos por él. Encontró a Shakespeare, a Cervantes, pero no sólo a los
clásicos. ¡Todo lo que buscaba lo encontraba! Aquello se convirtió en un
entretenimiento. Encontró a los grandes de la ciencia ficción: Asimov, Wells,
Philip K. Dick, U. LeGuin… Todos aquellos libros le apasionaban durante su
adolescencia. “La Guerra de los Mundos”, “La Fundación”, “Un Mundo Feliz”,
“Crónicas Marcianas”. Encontró todos los libros del mago más famoso del mundo
de la literatura: Harry Potter. Se asustó al encontrar también libros que nunca
leería o que odiaba debido a traumas infantiles: “Las aventuras de los Cinco”.
Recordaba las eternas meriendas de aquel grupo de cinco jóvenes que cada verano
pasaban una aventura nueva. Siempre aparecía la cerveza de jengibre rodeada de
un ambiente alegre acompañado por tostadas de mermelada de fresa. Enid Blyton y
sus libros de aventuras le aborrecían cuando era un niño. Siguió buscando
libros y encontrándose con sorpresas hasta que su mirada se detuvo en un libro.
El pánico, la desesperación, la confusión, el temor, todo volvió a Igor. Volvió
a sentirse encerrado en aquel sitio, en aquel mundo, sin salida. Aquel libro se
titulaba: “Esta es la historia de Igor”. Igor tuvo el temor de que ese libro se
refiriera a él. Sabía que sonaba estúpido pero tuvo la necesidad de
comprobarlo. Cogió el libro con furia de la estantería y lo abrió por la
primera página:
“-Bienvenido al lugar de los sueños, de los sueños
eternos. - dijo alguien detrás de él – Veo que eres nuevo por aquí, Igor.
Igor se giró repentinamente sobresaltado y con cara
interrogante.
-¿No te llamas Igor? El problema es que a todo el
mundo nuevo que llega a este lugar le llamo Igor al principio, pero no sé por
qué.-
-No me llamo Igor, me llamo…-“
Aquella era la conversación que había tenido con el
hombre del traje blanco, el guía impoluto, el señor de la mirada profunda y las
frases misteriosas. Alzó la vista hacia el reloj de la chimenea, eran las doce.
¡¿Eran las doce?! ¿¡El reloj siempre marcaba la misma hora?! ¿¡Estaba
estropeado?! Igor, con el libro en la mano aún, corrió hacia la puerta de la
casa, la abrió y salió corriendo a través del inmenso desierto. Corrió durante,
al menos, una hora entera aunque había perdido totalmente la noción del tiempo.
Cuando ya no pudo más se desplomó sobre la arena y se durmió.
Igor despertó. Se encontraba tumbado boca arriba
encima de la mesa. Se incorporó poco a
poco y observó la terrible escena a su alrededor. ¡Se encontraba tumbado encima
de la mesa de aquella maldita casa! Un escalofrío recorrió el cuerpo de Igor el
cuál se arrinconó en una esquina. Y entonces, lo volvió a encontrar, el libro
se encontraba en el mismo sitio de la estantería de donde lo había cogido. Miró
de nuevo al reloj y eran las doce. Igor no entendía nada. Cerró los ojos para
volver a abrirlos y ver si aquello no era real. Pero al abrirlos se encontró
que estaba en el mismo sitio. Entonces empezó a llorar. Lloró tanto que un
charco de lágrimas se formó a sus pies. Igor siguió llorando durante horas. Al
final, observó como en el charco de lágrimas se reflejaba su propia cara. Vio a
un hombre cansado y mal arreglado. La barba le había crecido e iba totalmente
despeinado. Era una imagen desastrosa. Entonces recordó las últimas palabras
del hombre del traje blanco: “Recuerda quien fuiste”. Igor se levantó, se secó
las lágrimas, se frotó la cara y fue a coger otra vez el libro de la
estantería. Pero entonces pensó: El hombre me dijo que encontraría todos los
libros que buscase, todos los libros. Igor encontró justamente al lado del
libro de “Esta es la historia de Igor”, un libro bastante más grueso llamado, “El
libro que buscas”. Decidió ojearlo:
“Nací el 12 de
febrero de 1985, en Barcelona. Mis padres me contaron que pesaba 3.5 kilogramos
[…] Con 13 años besé a la primera chica. Se llamaba […] Me persiguen por algo
que no he hecho, han puesto palabras en mi boca que jamás he dicho […] “
Igor leyó las últimas páginas. Y empezó a recordar:
“Está apuntándome con una pistola, sabe que sé
demasiado, no dejarán que saque a la luz todas sus acciones […] Este no será el
final, ¡no puedo morir!”
Igor lo entendió todo. No podía morir, tenía aún
muchas cosas que hacer, pero sin embargo, ahora lo había descubierto, estaba
muerto. La pistola apuntándole a la cabeza… Había sido asesinado. Había muerto
defendiendo sus ideas y eso es lo que aún le mantenía vivo. Estaba muerto pero
aún existían dentro de él las ganas de vivir. Había llegado a aquel lugar
porque no había sido capaz de aceptar su propia muerte, no podía morir cuando
le quedaban muchas cosas por hacer en el mundo de los mortales. Pero sin
embargo, fue asesinado. El pensamiento de Igor perduró después de su muerte. Él
era un fantasma que no aceptaba haber tenido que morir, y menos, de aquella
forma.
Lo había conseguido, ya no estaba desesperado, ahora
estaba enfurecido. ¡Había sido asesinado! No podía sentirse contento. Alzó la
vista y contempló el reloj de encima de la chimenea. Marcaba las dos y media.
La puerta se abrió y entró el hombre del traje blanco.
-Excelente, ya sabes por qué estás aquí- dijo el
guía impoluto
- ¡Sí, estoy muerto y no debería estar muerto!-
respondió Igor
-La realidad es que estás muerto y sí debes de
seguir estando muerto.- dijo el hombre del traje blanco- Ese es vuestro problema, cuando descubrís
quienes fuisteis y cuán trágica fue vuestra muerte, sucede lo que llamamos
trauma post-muerte. Ahora lo único que deseas es venganza. Por eso vosotros,
los fantasmas, nunca descansáis en paz, porque no aceptáis el hecho de que os
hayáis muerto.
-No necesito descansar- dijo Igor
-Créeme Igor, vagar eternamente por el mundo de los
vivos no es la solución a tus problemas- dijo el hombre del traje blanco.
-¡No me llamo Igor!-
Tomeu Martorell
Tomeu Martorell
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