Sé lo que me pasa. Sé exactamente
lo que me pasa. ¿Euforia? No, ¿qué dices? Se está acercando. Noto como se
acerca. Nerviosismo. Paseo por la casa sin rumbo y sin rumbo dejo de pasear. Me
lavo la cara con agua fría, me miro en el espejo. Me vuelvo a lavar la cara con
agua fría y me vuelvo a mirar en el espejo. Sacudo la cara mientras me miro con
mis ojos fijos. Corro nervioso, de nuevo, pero esta vez doy vueltecitas sobre
mí mismo. Miro al techo y pienso, busco, remuevo, desentierro, descubro…
¡Joder, eso es bueno! Y por mi habitación veo a Celaya apuntándome con su
poesía. Y encima de mi mesa veo a Kerouac amenazándome con cohetes amarillos
que explotan como arañas entre las tinieblas. Y me dan ganas de salir al jardín
y enfocar al sol a través de un trozo de cristal punzante y en forma de media
luna.
Existen ese tipo de personajes
ensimismados en su propia idea. Encogidos…bueno, no, más bien encorvados, con
las manos detrás de la espalda, dando vueltas en círculo como una pantera
presa. Pero no viven aquí. Sé qué les pasa. Sé exactamente qué les pasa. Están
notando como se acerca. ¡Joder, vaya si lo notan! En ese momento es cuando se
paran en seco y desenfundan el carboncillo y empiezan a mancharlo todo con sus
ideas insolubles y encolerizadas, mezcladas y sosegadas, mortecinas y oscuras.
Yo sigo mi ritmo acelerado. Estoy
tenso. Sé exactamente qué me pasa. Quiero escribir. Quiero azotar el teclado y
escupir palabras, escupir por los dedos. Lanzar epitafios malditos a pétalos
que se pudren y que se lleva el viento. Quiero vaciar el alma o desgarrarla.
Pero no lo haré hasta que la casa esté silenciosa. Hasta que no haya ni un
ruido que pueda alterar la impermeabilidad de la sala. Hasta que esté cara a
cara conmigo mismo. Entonces: me queda dar vueltas o abrir la ventana y gritar
que se vean las estrellas. Tendré que esperar a quedarme solo.
Me doy miedo. Me he transformado
en una especie de bestia. Cuento sin parar y devoro los espacios en blanco. Me
aíslo del mundo exterior. Cuando entro en trance empiezo a no entender lo que
se cuece fuera. Y de pronto te pueden dar ganas de llorar. Puede ser que me
haya equivocado. No he esperado a quedarme solo y he mantenido contacto. Cuando
soy un extraterrestre me convierto en irascible y ofuscado. Tendría que haber
esperado a quedarme solo. No distingo lo siguiente que sucederá de los
espacios en blanco. Lo dejaré aquí.
-¿En cuáles piensas ahora?-
- Pienso en las que vemos y ya no están, las que igual desaparecieron
hace miles de años pero siguen ahí.-
- Esas son las que más hacen pensar. Yo también pienso en las que
están… pero ya muertas-
"