Está lloviendo. Ya era hora. Está
lloviendo. No sé quién me ha empapado de su gusto por la lluvia. Supongo que
nadie, por eso me gusta; o supongo que… por eso me gusta.
Joder, saldré a mojarme y
quedarme quieto mirando cómo cae. Sí, qué gusto. Suena. Y todo es gris. Y
empieza el frío, y corre el viento, y el pensamiento, porque la lluvia limpia
la mente.
Han sido cuatro días raros. Han
sido cuatro días efervescentes. Han sido cuatro días y hacía falta uno de color
gris, lluvia. Se acabó el cínico sol que todo lo quema. La lluvia y el frío
mienten poco. El sol por lo transparente hace arder.
Me gusta encapotarme. Paseo
encapotado, cobijado por la música de mis cascos, armonizado por la levedad
sonora de las gotas de lluvia. Y el cielo queda tendido en mis brazos, y puedes
acariciar…
Luego me preguntó que qué me
pasaba. Supongo que tengo el pecho un poco encogido, pausado…
-Supongo que…
Llegó aquel encuentro. Llegó la
lluvia.
Como cuando un ejército de
membrillos invade la casa con su aroma, apostados frente al cuadro que
contemplará la putrefacción paulatina de los olores, la sucesión leve de los
colores que terminará en un azul perpetuo. Al menos, consiguieron que el polvo
fuera más soportable.
Como cuando un leve y breve rayo
de luz atraviesa la ventana, chirriando destellante, insoportablemente ínfimo,
insoportablemente huidizo que poco a poco mostrará tenuemente todas las
partículas flotantes. Al menos, consiguió que el polvo fuera más soportable.
Como cuando partes un hilo de
telaraña, invisible e impasible, atravesado en el vacío de la sala y que poco a
poco seguirá tejiéndose marginalmente, en la esquina opuesta del espejo que te
refleja en toda tu imperfección. Al menos, consigue hacer al polvo más
soportable.
Como cuando desestimas las palabras
sordas, los gritos apagados, las voces dormidas que salen de la pantalla y
fijas tu mirada en el vértice donde se cruzan todos los imposibles. Al menos,
consigue que el polvo sea más soportable.
Cuando resulta inexplicablemente
ese cincuenta por ciento menos probable y tu espíritu, enfrentado al consenso, marcha
al exilio. Cuando sus miradas se cruzan pero caen incoloras, presas de la
inseguridad, tus pupilas apagadas. Cuando la fina hierba aún con el rocío hace
daño a la piel y al alma. Cuando tu propio soliloquio interno destruye
cualquier esperanza.
Al menos, la lluvia hace que el
polvo sea más soportable.
"Al menos, la lluvia hace que el polvo sea más soportable". Como asmático y alérgico al polvo suscribo esa frase al 100%. Buen post, Tomeu. Un abrazo.
ResponderEliminarMuchas gracias, Pedro. Un saludo!
ResponderEliminarQue imaginación
ResponderEliminarLeve, breve y fantástico*
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