martes, 10 de febrero de 2015

Al fondo de las miradas.

Cualquier cosa de esas que nadie comprende ni atiende, pequeña piedra que brilla al fondo de tus ojos.

Desteje el tiempo cualquier cosa de esas, pequeña piedra al fondo de tus ojos, que nadie atiende ni comprende; pero yo he quedado cautivo.

Destiñe el ruido cualquier murmuro
tuyo que nadie atiende ni comprende,
minúsculo al son de la música del tiempo; pero yo he quedado cautivo.

Destruye el cuerpo cualquiera de esos tuyos,
que nadie atiende ni comprende,
punzantes pasivos chasquidos; pero yo he quedado herido.

Destellan las formas los contornos,
deslizantes incesantes y agudos,
resquebrajados rasguidos incoloros; yo he quedado malherido.

Desdibujan aquellas cualesquiera paredes,
ni atendidas ni por nadie comprendidas,
que encierran embriagados tumultos de llantos vacíos; pero yo he quedado descompuesto.

Destejen las lágrimas cualquier cosa de esas,
de las tuyas piedras ínfimas al fondo de las miradas negras que nadie atiende ni comprende; pero yo lo he atendido.

Disuelven los tonos esas tuyas,
que nadie nunca ha comprendido ni ha parado a atender,
manos suaves y pieles mortales; pero yo las he tocado.

Destruyen cualesquiera que sean los sueños,
aquellos que alguna vez atendimos pero jamás comprendimos,
los incontables metros dormidos; pero yo los he medido.

Desmienten todas cualesquiera palabras,
acaloradas y alocadas de nosotros pronunciadas,
las realidades antagonistas y apagadas, de pies en el suelo; nosotros las hemos odiado.

Descansan futuribles los recodos,
cualesquiera que sean, vengan o vayan a venir,
que nuestras mentes recorran, adversarios del mundo; y nosotros lo hemos hecho, hemos mirado al cielo.

Dibujan,
cualesquiera que brillen,
las estrellas los poco alcanzables idilios etéreos en la cúpula nocturna, negra y clara; pero nosotros la hemos mirado.

Como cualquier cosa de esas que nadie comprende ni atiende, pequeña estrella que brilla al fondo de tus miradas…

lunes, 2 de febrero de 2015

Dichosa procrastinación.

Se llamaba (...) y una gota de sudor frío recorría su frente. Sobre la postergación indefinida, casi infinita, como una recta paralela a la vida y que nunca se corta, de las causas que tejían los sucesos futuros y futuribles. Las acciones posibles o probables volteaban su cabeza, las probabilidades reventaron su alma opaca. Perdido. Quizás si moviera un dedo, (...) sería el nuevo instigador de las masas, alzando su puño. Tal vez un mendigo mirando de cara al olvido si se frotara la mejilla derecha. Rascarse la nariz lo convertiría seguramente en un héroe de la música. Un escéptico enclaustrado filósofo, combatiente inamovible por el triunfo de lo realmente valioso, aguardaba manifestarse en el lóbulo de la oreja derecha.

Un respiro, permitiéndole ignorar momentáneamente las catastróficas consecuencias sucesorias, le proporcionó alivio suficiente para hacer descansar su mente. Meterse las manos en los bolsillos y sentarse en el suelo. Escuchar como le acariciaba el viento y cantar una canción de amor al oído del tiempo. Quizás, haciendo eso solo sería (...).

-Yo,  (...) , vagando y saltando por los hilos de las causas, he decidido renunciar a cualquier tipo de responsabilidad que se me atribuya por la decisión que fuere. Me limitaré a no atender a las consecuencias de mis actos, no haciendo nada si así lo considero oportuno o haciéndolo todo si así fuere mi deseo.-