Cualquier cosa de esas que nadie comprende ni atiende,
pequeña piedra que brilla al fondo de tus ojos.
Desteje el tiempo cualquier cosa de esas, pequeña piedra al
fondo de tus ojos, que nadie atiende ni comprende; pero yo he quedado cautivo.
Destiñe el ruido cualquier murmuro
tuyo que nadie atiende ni comprende,
minúsculo al son de la música del tiempo; pero yo he quedado
cautivo.
Destruye el cuerpo cualquiera de esos tuyos,
que nadie atiende ni comprende,
punzantes pasivos chasquidos; pero yo he quedado herido.
Destellan las formas los contornos,
deslizantes incesantes y agudos,
resquebrajados rasguidos incoloros; yo he quedado malherido.
Desdibujan aquellas cualesquiera paredes,
ni atendidas ni por nadie comprendidas,
que encierran embriagados tumultos de llantos vacíos; pero
yo he quedado descompuesto.
Destejen las lágrimas cualquier cosa de esas,
de las tuyas piedras ínfimas al fondo de las miradas negras que
nadie atiende ni comprende; pero yo lo he atendido.
Disuelven los tonos esas tuyas,
que nadie nunca ha comprendido ni ha parado a atender,
manos suaves y pieles mortales; pero yo las he tocado.
Destruyen cualesquiera que sean los sueños,
aquellos que alguna vez atendimos pero jamás comprendimos,
los incontables metros dormidos; pero yo los he medido.
Desmienten todas cualesquiera palabras,
acaloradas y alocadas de nosotros pronunciadas,
las realidades antagonistas y apagadas, de pies en el suelo;
nosotros las hemos odiado.
Descansan futuribles los recodos,
cualesquiera que sean, vengan o vayan a venir,
que nuestras mentes recorran, adversarios del mundo; y
nosotros lo hemos hecho, hemos mirado al cielo.
Dibujan,
cualesquiera que brillen,
las estrellas los poco alcanzables idilios etéreos en la
cúpula nocturna, negra y clara; pero nosotros la hemos mirado.
Como cualquier cosa de esas que nadie comprende ni atiende,
pequeña estrella que brilla al fondo de tus miradas…