Mientras volvía acomodado en la música de mis
cascos y atravesaba la gran recta insólita de la carretera, despejada de casas
y con los campos angustiados por el calor del verano, ahí estaba él, lo vi, el
hombre que susurraba a los árboles. Diréis que es un poco extraño, que no
susurra, y es verdad, simplemente se arma de un palo más o menos largo, posible
como bastón, y va dando golpecitos al pequeño tronco de su árbol. Estaba detrás
de aquella caseta de ladrillos que hay frente a la nave abandonada. Entre la
nave y la caseta había un árbol, pequeño, que suponía el único tinte verde de
aquella larga recta. Aunque estaba escondido en su recoveco, protegido de los
ojos y las gentes poco cuidadosas, como resguardado. No sé si es que tenía
temor por él aquel hombre silencioso, quizás fuera su ángel de la guarda. El
caso es que siempre lo veía con su bastón, ya no entre la caseta y la nave de
ladrillo, sino en el atajo que lleva hasta mi casa. Mi hermano y yo siempre
pasábamos por allí, de vuelta, a eso de las tres de la tarde, y siempre estaba
el hombre con su bastón dando golpecitos a las paredes de piedra que bordean el
atajo. Llevaba consigo una botella de plástico, llena de arena, y cogía
piedrecitas y las colocaba en la pared de piedra, que estaba a medio caerse.
Como nuestro paso por allí era algo rutinario, poco a poco fuimos contemplando
como la pared que bordeaba el camino iba reconstruyéndose pacientemente. Y el
hombre, con su bastón sagrado, daba golpecitos eternamente a las piedrecitas y
les echaba arena de su botella. Por eso hoy me he sorprendido cuando he visto
al hombre, siempre reconocible con su bastón de madera, entre la caseta y la
nave de ladrillos rojos, en la recta insólita y despejada, a las tres y tantas
de la tarde. Pero esta vez estaba junto al árbol, resguardado en aquel
recoveco, y él le daba golpecitos con su bastón mágico. Le susurraba cosas, le
guardaba de los males. Seguro que aquel hombre era la sabiduría encarnada, la
sabiduría y la paciencia; el reconstructor de las miserias; o aquel bastón era
el emblema de la esperanza y su magia, la sencillez de la naturaleza, el
insignificante brote de la vida.
jueves, 30 de julio de 2015
jueves, 23 de julio de 2015
Hoy es el día.
¿Sabéis el día en que os azota un
viento nuevo y os despereza,
como un golpe fresco
que despierta de un
letargo profundo?
¿Sabéis el día en que camináis,
observando neutrales la deriva del todo,
las gentes sonríen,
las otras atareadas,
las calles repletas,
el mendigo en la calle,
la fortuna en su esquina,
el asco que acecha y la penumbra que alumbra,
todo prosigue como si nada
y el sol pega vertical
como una flecha ardiente,
pero tú, tú
buscas un rincón en que echar tus lágrimas?
¿Sabéis ese día?
hoy es el día,
he caminado siempre en las sombras,
la verdad enterrada,
y el viento de la madurez
que levanta las hojas del otoño,
amarillas,
que tapan los males
con su leve olvido mortecino,
yaga pulsante que no olvida
espera a mostrarse.
Hoy es el día,
hoy es el día en que el viento
se llevará las hojas
y mostrará la herida,
y caminaremos por la deriva de la vida,
y el sol será vertical, las gentes
andarán deprisa,
se cruzarán como si nada.
Y tú en medio de todo.
Los desgraciados que invocarán a la suerte,
la casualidad de su desgracia,
simplemente.
Y aquellos ojos que me miraban,
que se echaron a llorar,
no me dijeron nada.
Simplemente,
no lo entendía.
¿Era la rabia por lo que no sentía?
¿Era la introspección,
la zambullida en el alma, la apatía,
el velo de la pasividad?
¿Era el viento fresco otoñal,
la resaca de la infancia,
el aclarecer de la madurez?
¿Sabéis el día en que el golpe
de la realidad despeja las dudas,
el agua de la verdad te sacude la cara,
te empapas de lo inevitable
y de pronto todo lo contemplas?
Pues hoy es el día.
viernes, 17 de julio de 2015
Los donuts de chocolate de Alicante me los he quedado yo.
Son las dos de la mañana de una noche de verano ardiente. He pasado por el baño, me he mirado en el espejo y me he lavado la cara; la crema esa de azufre para los granos que me dio el dermatólogo y quema la piel. Deambulo por el pasillo, paso por la cocina. Me encuentro con la estampa de las galletas y los donuts de chocolate de la semana pasada. Han sobrevivido nada más y nada menos que a 600km de viaje. Originarios de Alicante. Son lo que hubiera sido nuestro desayuno un día de la semana pasada. Ahora están en la nevera de mi casa (se sobreentiende que la he abierto). La playa, la música, las conversaciones absurdas y hartarse del sol y el sudor. Los amigos y el futuro incierto, bajo la luna, corriendo con los pies descalzos sobre la arena mojada, cantando, las olas van borrando las huellas. La hamaca del jardín y mi hermano dormido en ella, con un libro sobre la pierna. El puto murmullo de la música de las discotecas que heredas al día siguiente, que repite como una mala comida. Y con todo eso, en el vértice del segundo en que contemplo como se pudren en el tiempo los donuts de chocolate, llego a la terrible conclusión de que somos islas pequeñas de casualidad arrojadas como piedras en el océano de la frivolidad en el que todo pasa, como si formáramos parte de un juego, un mero capricho de la realidad. Cierro la nevera, se va la luz y me quedo con las dudas y con la cara de tonto. Recorro el pasillo, los pies descalzos, el suelo frío. Voy a dormir porque estoy cansado y tengo sueño acumulado de estos días. Pero me muevo a la par con esa duda que aletea pesadamente en la cabeza. Cuando acaben por pudrirse los donuts de la nevera, pienso, empezaremos a entrever el siguiente paso hacia el futuro próximo, y así sucesivamente, como con todo. Y me duermo, sabiendo que en un tiempo despertaré en cualquier otro lugar extraño.
jueves, 2 de julio de 2015
Poner buena cara.
Es verano y las temperaturas son exageradamente
altas. Habiendo acabado el curso, no tengo demasiado que hacer, si acaso entregar
mi cuerpo al sol y contemplar cómo me deshago en sudor bajo los omnipresentes y
verticales rayos y rascarme de vez en cuando los pelos de la barriga. Pero las
noches, a pesar del fatigoso día, sirven de descanso mental, de retiro
espiritual. De relax, de tiempo para
pensar cómodamente, de tiempo que perder en lo que yo quiera, de tiempo de
escritura. De tiempo de buscar aquello que escribía la semana pasada y ahora no
encuentro y quiero encontrarlo porque me gustaba. Vaya desastre. La mesa de mi
salón es bastante grande y cómoda, pero está poblada de un sinfín de papeles,
bolígrafos de todo tipo de colores, improvisados ceniceros a modo de cajitas de
papel donde echar la punta de los lapiceros desbastados por la furia de los
bocetos y las rabiosas atacadas de la escritura. Está bien el panorama. Rebuscando
papeles, porque quiero dar con la dichosa cosa que escribí hará unos cuantos
días, he encontrado una carta del PSOE. Es lo que no buscaba, pero bueno. Nos
la enviaron a todos con motivo de las elecciones autonómicas. No sé dónde
andará la pepera, aunque ya me lo imagino, supongo que no tardé en deshacerme
de ella, cortarla en pedacitos y tirarla a la basura. Sin embargo, en esta del
PSOE no me había fijado. Vamos a ver qué dice. Ui, solo empezar, un título que
pone “gobernar PARA LA MAYORÍA”. Pues sí, qué remedio, no queda otra. Lo de las
minúsculas debe de ser para parecer modernos y el título en sí una de esas
grandes frases a modo de tautologías vanas que vienen a no decir nada y parecer
decir muchas cosas. Es gracioso, me río por dentro porque me acuerdo de aquello
que dijo el señor presidente de que en Cataluña había más catalanes que
independentistas, que era un hecho irrefutable, está clarísimo. Bueno, a ver
qué más dice. Habla de valores, jajajaja. Tendrán que ocupar todo el hueco del
DIN-A4 para que quede presentable. Respeto, igualdad, sencillez, solidaridad,
humildad, trabajo. Estas cosas están muy bien, no vas a decir lo contrario, ¿os
imagináis?: ostentación, desigualdad, vanidad, avaricia. Qué ridículo me parece.
Palabras idiotas que no dicen nada. Eso sí, salen sonriendo. No sé adónde
pretenden llegar con un discurso simpático y buenista. Hola, soy progre aunque
no estoy enfadado. Valores para un cambio de color en la vida. Bah, lo qué fuisteis
y lo que sois. ¿Qué dirían aquellos que ondearon la bandera tricolor de
vosotros, que no sois capaces de afirmar lo más esencial de vuestras raíces?
Vaya un partido socialista. ¿¡Veis?! Y en la carta sale una mujer que no sé
quién es pero que está sonriente. Un cambio simpático, una reivindicación
amigable. Qué tontería. Un partido dinástico, un partido a la deriva, un
partido absorbido por un sistema y que vive en una contradicción insostenible:
la de su propia identidad y sus propias siglas. Os estáis muriendo, os estáis
vaciando de contenido mientras ponéis buena cara. Una reivindicación, un clamor
de justicia, un puño alzado desde la masa y dirigido al cielo lleva en sí el
fervor de la sangre, el espíritu de lucha, el hervir del pueblo, y eso no creo
que nazca de ningún otro lugar que no sea el enfado y el hastío, el cansancio, del que reclama, de la miseria del desafortunado, del vulgar nacido en el lado mayoritario de la
vida como tantos otros de su estirpe y como viene siendo y será tradición durante
toda la historia. ¿Qué pretenden cambiar siendo simpáticos, con una sonrisa?
¿Aquella injusticia que lleva siglos y siglos asentada con violencia, odios, guerras
y revoluciones? Bueno, al menos la carta es un detalle. Casi siempre hace
ilusión que te manden una carta, es algo que se está perdiendo y eso. Aunque la del PP
pues como que no. A ver, dejaré esto por aquí y seguiré buscando… Vaya, una
pelota de goma verde y con dibujitos. Será de mis primas pequeñas…
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