jueves, 26 de diciembre de 2013

Puerta 13 Capítulo 3

3

Los siguientes acontecimientos pasaron demasiado rápidos. Son de aquellos sucesos traumáticos en los cuales el miedo te invade y te paraliza. Te falta aire en los pulmones.  No puedes  hablar, ni mucho menos gritar. Que con el tiempo acaban siendo nada más que recuerdos efímeros, reprimidos a un subconsciente, pero dejando una gran huella tras su paso. Y como es bien sabido, el mayor terror aparece con lo conocido. Cuando estos recuerdos vuelven a un presente.
La expresión de la cara del científico cambió, sus ojos estaban inyectados en sangre mirando fijamente el cuerpo situado encima de la camilla. Agarró la vara metálica con ambas manos y la colocó amenazante delante de él, apuntando con la punta de diodos al monstruo tumbado. Quiso matarlo, quiso acabar con aquello. Agredió con fuerza contra el vientre. Se pudo ver una descarga eléctrica que sacudió violentamente, retorciéndolo, el cuerpo pasivo.
Las luces centelleaban, emitían destellos irregulares, debido por un aumento de la tensión. Sudoroso, el científico contemplaba con la mirada perdida el cuerpo. Estaba fuera de sí, se preparó otra vez para una segunda estocada. Fue a golpear ahora aquella cabeza prominente.
De repente todo oscureció. La luz se había ido.  Un destello blanco en medio de la sala, un cuerpo retorciéndose y un grito. Aquel grito.
Cuando cesó el destello la luz volvió nuevamente. Todo estaba sumido en un completo silencio, y a la vez envuelto en aquella tenue atmósfera.  Todo parecía irreal, como si de una espantosa pesadilla se tratara.
Markovic, inmerso en sus pensamientos y  bloqueado por el miedo, se preguntaba a sí mismo si aquello que había visto no había sido más que un vil juego de su mente.
Sí, eso  es… Esto no es real…
Aún en su espanto observó más detalladamente la macabra escena que presenciaba. La tenue luz dejaba entrever lo sucedido. Había un cuerpo en el suelo. Markovic se levantó y se acercó. Alrededor del cuerpo había sangre, mucha sangre. Entre las manos de la víctima había una vara metálica. El cuerpo tenía el cuello abierto, y una gran herida en el abdomen donde asomaban las entrañas. El rostro de aquella víctima expresaba el propio miedo:  pálida y fría como sus mismos ojos. 
Su respiración se agitaba cada vez más, su corazón no paraba de bombear. Levantó un poco más la cabeza y lo vio. Encima de una de las lámparas estaba el segundo científico, o por lo menos lo que quedaba de él. Su cuerpo pendía bocabajo sujeto por el alambre de la lámpara, el cual le rodeaba la pierna. Le faltaba medio torso y un brazo. La carne que aún le quedaba estaba cruelmente mutilada. Un torrente de sangre bajaba desde esa gran dentellada del vientre hasta la cabeza y goteaba creando un charco grande en el suelo. Se giró inmediatamente para quitar de su mente aquella imagen. Pero, se encontró con una peor estampa. Su corazón paró de latir. Tragó saliva.  Delante de él estaba la camilla quirúrgica donde antes  hubo estado el experimento de la puerta 13. Las amarraderas que lo hubieron sujetado estaban rotas.  Había desaparecido, había escapado.
La ventana de la galería superior donde observaban los demás científicos del centro estaba rota. Era imposible creerlo, pero sus ojos no le engañaban: había atravesado los 15 centímetros de cristal a prueba de balas. Y a pesar suyo, no oyó ningún grito, ningún hombre pidiendo ayuda, estaba solo, solo ante él.
No podía pensar con claridad, inconscientemente corrió hacia la puerta de entrada de la sala. Utilizó la palanca de obertura manual que se había colocado previniendo un fallo en el suministro eléctrico. Atravesó la puerta ya abierta casi corriendo, tenía que buscar a alguien, seguro que alguno de sus compañeros había escapado de sus fauces como él.
El pasillo que conectaba la sala de operaciones con el resto de la instalación se veía más tenebrosa de lo que era habitual: luces de seguridad titilaban formando sombras de monstruos acechantes, ruidos de cañerías y conductos de refrigeración estropeados por la sobrecarga daban el ambiente preciso de clamores y rugidos dando vida a aquellas sombras. Charcos en el suelo, polvo en suspensión y la luz tenue, palpitante; aquella visión zozobraba el ánimo a Markovic. Impotencia.
Es difícil comprender como a veces el menor detalle da un vuelco a nuestros sentimientos, los transforma, los cambia. Pasamos en un instante del completo hundimiento, parálisis del miedo, a recobrar el color, a levantarnos. A veces, los pequeños detalles dan un atisbo de luz, una razón, una esperanza a la que aferrarse y por la que liberarse de las manos que nos aletargan, para escapar del Miedo.
¡Voces! No estoy solo.
Eso fue. Escuchar las voces de algunos supervivientes le dio la fuerza suficiente para atravesar corriendo aquel pasillo. Torció a la izquierda y se encontró en una sala circular. Enfrente de él se encontraba el pasillo que conducía a los laboratorios de investigación y búsqueda de plásmidos,  a la derecha el hall principal de aquella planta con los ascensores, que en aquel momento estarían inservibles, y a la izquierda el laboratorio de experimentación animal. Volvió a oír las voces, sin duda provenían de los laboratorios de animales. Entró dentro. Era una sala de mil seiscientos metros cuadrados, de doble altura, y con galería en la planta superior que daba vista hacia el centro de aquella estancia. en ella estaba situadoas las salas destinadas a la investigación. Estas salas estaban separadas por paredes de unos dos metros cincuenta de altura, sin techo.
Miró a los lados del pasillo que había alrededor de aquellas salas. La calculada colocación de un generador de emergencia para abastecer a los microhábitats ahí presentes alimentaba los focos necesarios. Uno de ellos, situado en el pasillo perpendicular al cual se encontraba el hombre, iluminaba la esquina. Una sombra vagamente familiar se podía observar en ella. Caminó hacia aquella esquina del pasillo. Sin duda esa sombra pertenecía a alguien, de alguna persona, de algún superviviente. Inmediatamente comprendió, las voces pertenecían de aquel hombre, y si era un hombre, él no estaba solo ahí, y por tanto podría haber más científicos que no hubieran perecido por aquel error de experimento.  Notó que la sangre corría veloz en sus venas, que algo fluía dentro de él y le animaba a continuar andando, ¿esperanza?
Una mueca que quería parecer sonrisa se vislumbraba en sus labios, sin lugar a dudas quería girar la esquina y saber quién era aquél individuo.

 

Puerta 13 Capítulo 2

2

Se abrió la puerta pesadamente. Todos los científicos desde la galería estaban expectantes. Los dos hombres que estaban junto a la puerta de aquella sala,  entrecerraron los ojos para ver mejor el interior de aquel recinto. Cuatro paredes de hormigón armado formaban aquella habitación, iluminada por cuatro fluorescentes de tenue luz. La sobriedad de aquello delataba lo que albergaba en su interior.  El cual, tendido sobre aquel suelo, transmitía cierta turbación en el ambiente, cierto recelo desconfiado hacia un posible sobresalto.  La figura se encontraba doblada sobre sí misma, en una posición fuera de lo normal –e imposible para un ser humano corriente- sobre el suelo gris y rugoso. Alrededor de aquella presencia había unas manchas untuosas de color verde, como si de sangre se tratara, que probablemente de él habían salido. Los científicos se acercaron. Primero el que estaba armado con aquel dispositivo de descargas, y después, más retrasado, el científico con la libreta.
                -El objeto  a observar se encuentra en estado de catalepsia, sus constantes están fuera de lo común. Es posible que se le pueda dar por muerto. – Subrayó el que sujetaba la libreta.
El hombre movió el cuerpo inánime ayudándose de la vara con diodos. Lo que se pudo ver fue un cuerpo antropomorfo, carente de piel y con los músculos pútridos. Si no hubiese sido por su macrocefalia cualquiera lo hubiera confundido por un hombre sin vida; sin vida desde hacía unas semanas.
Lo desconcertante era aquella prominente frente con aquellos grandes ojos oscuros, fríos y profundos y aquella boca carente de labios.  Como una sonrisa perversa, en la cual, unos dientes afilados de depredador ofrecían cierto toque siniestro.
-El individuo ha sufrido una considerable mutación referente a la base inicial y al pronóstico del laboratorio. Puede estar debido a un fallo en la introducción del gen nuevo, o del virus transportador del episoma. El resultado ha sido esta atrocidad de ser diabólico que, después de una semana de la infiltración, ha sufrido semejante… ¿metamorfosis? Algo sobrenatural, o que roza la barrera de lo natural. –Explicaba otra vez. –El paciente ha sufrido una necrosis en la  musculatura y la pérdida de la piel, a parte de la considerable macrocefalia.
Se dispuso a agarrar al ser con una pértiga en la cual había un lazo metálico para ese fin. Lo agarraría y lo arrastraría hasta colocarlo en una camilla quirúrgica para empezar a comprobar los efectos interiores de aquella nueva inyección,  el HIC 34. Un autopsia para ver el resultado de los experimentos, un “prueba -error”.
Pero lo que sucedió a continuación estuvo fuera de todo pronóstico.
El doctor agarró el cuello del objeto a estudiar con el artilugio. Se dispuso a arrastrarle hasta sacarle de la habitación. Pero se vio interrumpido por un silbido repentino, un ruido  estridente y agudo que bloqueaba por completo a los doctores que se encontraban abajo, y, sorprendentemente, también a la gente que estaba detrás de la galería.   Frente a tal sonido los doctores solo pudieron agacharse y taparse los oídos para evitar, o por lo menos intentarlo, caer presos de ese estridente ruido.
El suceso apenas duró unos segundos.  Unos segundos que hicieron mella en aquellos afligidos.  Pero sin duda, lo más perturbador fue aquella nueva sensación que empezaron  a percibir. El primero en darse cuenta fue Markovic, el cual se había escondido detrás de la mesa de control vigilando con atención lo que sin duda para él fue la causa del estruendo. Notó un cambio, un pequeño detalle, o más bien tuvo un presentimiento. Un presagio de que algo no iba bien, e iría a peor. Se fijó en aquellos ojos grandes antes vacíos. Tenía la sensación de que aquél ser le observaba y le sonreía con aquella dentadura sin labios. Sus ojos negros le hipnotizaban, penetrándole a través de sus pupilas. Él podía ver sus pensamientos. Sabía en qué estaba pensando. Le sonreía.  Esta sensación le llenó de terror. Quiso huir, pero no podía.
Los científicos se recuperaron del siniestro suceso, intentando dar una explicación a lo inexplicable, sacar una hipótesis pedida por su cometido científico.  Se quiso continuar con el análisis del cuerpo del sujeto, olvidado desde hacía un rato.
-Sigamos con el proceso de análisis, por favor, manténganse serios y vuelvan a su sitio para proseguir. – Dijo una voz grave en la sala.
Los hombres que estaban abajo se levantaron tras haber cedido contra aquél sonido agudo y echarse al frío suelo protegiéndose con los brazos y las manos los oídos y la cabeza.
Cogieron el aparato que aún seguía atado al cuello del individuo. Su respiración resultaba curiosamente acelerada, delatando cierto terror hacia un presentimiento. Las manos, y en general todo el cuerpo,  del hombre que tenía que arrastrar al individuo temblaba.
Lo colocaron encima de la camilla quirúrgica y  ataron bien fuerte todas las extremidades para evitar un posible sobresalto. Colocaron una lámpara  cenital justo encima de la camilla y cogieron el material necesario para la intervención. Unas gotas de sudor corriendo por la frente de los científicos demostraban la tensión de aquel momento, se temían lo peor. 
Mientras tanto Markovic, que aún no se había movido, observaba desde la misma sala en una esquina. Le inquietaba lo que pudiera haber dentro de aquellas entrañas, y sin duda, quería saber qué era aquel monstruo, que pese a las observaciones que señalaban el estado exánime, había producido tal fenómeno.  Algo dentro de él le dijo que el espectáculo no iba a acabar aquí, únicamente había empezado.
El hombre cogió un bisturí mientras calculaba con cierto nerviosismo por donde iba a abrir. Su compañero estaba situado a su lado y sujetaba la vara metálica, que al parecer hacía sentirle más seguro. El silencio reinaba en la sala cuando se procedió a cortar el vientre del experimento. Lentamente acercó el bisturí al lugar donde iba a iniciar el corte. La cara del hombre era de completa concentración.  Sus ojos estaban fijos en aquel mismo punto donde se juntarían acero y carne.
En el mismo momento en el que se producía el contacto,  algo similar a una descarga recorrió el brazo del científico, lo cual hizo que lanzara el bisturí violentamente al suelo y cayera hacia atrás. Su compañero sobresaltado hizo ademán de ayudarle, pero no apartaba la mirada de aquella camilla. Quién estaba en el suelo, paralizado, gemía. Los observadores, debido a la rapidez de lo sucedido, no comprendían que pasaba, algo iba mal.
-¡No es algo natural… mundano! – Dijo quedamente, al parecer recuperado, el científico mientras se levantaba. Miró aquellos ojos negros, fríos, penetrantes. Había algo en ellos que los hacía hipnóticos.
-Hay que acabar con esto…- Dijo otra vez, mientras cogía la vara metálica de su compañero.
Quien pudo estar ahí abajo seguramente notó aquella brisa fría, la típica brisa que te eriza los pelos de la nuca presagiando algo trágico, un preludio de lo que vendrá después.

Y después cesó. 

sábado, 21 de diciembre de 2013

Fábrica de Pensamiento.





De la cadena de montaje saldrán individuos de pensamientos inculcados cual androides automatizados sin iniciativa propia, serviles y obedientes, leales y mansos. Entonces los patrones de las fábricas les darán al botón de ON y todo el ejército de autómatas avanzará en la misma dirección. Bienvenidos a la Fábrica de Personas, eso es lo que quieren, gente ignorante incapaz de entender todas las manipulaciones de las que son objetivo y que se sienta orgullosa de pertenecer a una “Gran Sociedad Todopoderosa” que por su sabiduría inalcanzable e incuestionable se dirigirá certeramente hacia el progreso.

El proceso es sencillo: Imaginemos una cinta transportadora en la que individuos desnudos e inexpresivos avanzan a ritmo constante. A continuación vamos añadiendo piezas metálicas grises faltas de color y sentimiento. Un corazón de hojalata, unas manos torpes, sin destreza preocupante para que no pueda llegar a sobresalir en alguna habilidad excepcional. Altura dentro de la media y peso dentro de la media. Con la base fisiológica conseguiremos que los individuos no se vayan por un camino individualista y que se pregunten sobre su valor dentro de la sociedad. Una vez tenemos todos los miembros y extremidades ocupando su lugar preciso pasamos a programar al individuo. Dosis de conocimientos básicos y falta de filosofía práctica para evitar ideas brillantes que alteren el orden establecido. Se les ofrece una ideología basada en unos derechos aparentemente muy esenciales. Insertamos unos protocolos en la memoria destinada a la moralidad y el comportamiento. Unos postulados ineludibles en el procesador central de toda la información serán los encargados de organizar todas las conexiones neuronales: orgullo al pertenecer a una sociedad en progreso exponencial, admiración hacia los capitanes que llevan el timón hacia la vanguardia, temor e indiferencia a lo no revelado, búsqueda del éxito laboral a base del esfuerzo que será recompensado justamente. Como fase final de la cadena de producción cada individuo recibirá un sello como certificado de su procedencia de la que se sentirán orgullosos y llamarán “Patria”.

Robots que trabajarán para beneficio del alto mando y que absorberán todas las decisiones superiores cubrirán el grueso de la sociedad, preparados para trabajar. Como recompensa de su gran esfuerzo recibirán un salario básico que será derrochado en ocio inútil y ayudará al mantenimiento del orden establecido. Los mandos superiores ejercerán su poder adquirido por mayoría absoluta resultado de una votación esclarecedora y de sentencia unánime. Su esfuerzo por llevar el mando de la sociedad argumenta todos los lujos y comodidades de las que disfrutan.