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Se abrió la puerta pesadamente. Todos los científicos desde la galería
estaban expectantes. Los dos hombres que estaban junto a la puerta de aquella
sala, entrecerraron los ojos para ver
mejor el interior de aquel recinto. Cuatro paredes de hormigón armado formaban
aquella habitación, iluminada por cuatro fluorescentes de tenue luz. La
sobriedad de aquello delataba lo que albergaba en su interior. El cual, tendido sobre aquel suelo, transmitía
cierta turbación en el ambiente, cierto recelo desconfiado hacia un posible
sobresalto. La figura se encontraba
doblada sobre sí misma, en una posición fuera de lo normal –e imposible para un
ser humano corriente- sobre el suelo gris y rugoso. Alrededor de aquella
presencia había unas manchas untuosas de color verde, como si de sangre se
tratara, que probablemente de él habían salido. Los científicos se acercaron.
Primero el que estaba armado con aquel dispositivo de descargas, y después, más
retrasado, el científico con la libreta.
-El objeto a observar se encuentra en estado de
catalepsia, sus constantes están fuera de lo común. Es posible que se le pueda
dar por muerto. – Subrayó el que sujetaba la libreta.
El hombre movió el cuerpo inánime ayudándose de la vara con diodos. Lo
que se pudo ver fue un cuerpo antropomorfo, carente de piel y con los músculos
pútridos. Si no hubiese sido por su macrocefalia cualquiera lo hubiera
confundido por un hombre sin vida; sin vida desde hacía unas semanas.
Lo desconcertante era aquella prominente frente con aquellos grandes
ojos oscuros, fríos y profundos y aquella boca carente de labios. Como una sonrisa perversa, en la cual, unos
dientes afilados de depredador ofrecían cierto toque siniestro.
-El individuo ha sufrido una considerable mutación referente a la base
inicial y al pronóstico del laboratorio. Puede estar debido a un fallo en la
introducción del gen nuevo, o del virus transportador del episoma. El resultado
ha sido esta atrocidad de ser diabólico que, después de una semana de la
infiltración, ha sufrido semejante… ¿metamorfosis? Algo sobrenatural, o que
roza la barrera de lo natural. –Explicaba otra vez. –El paciente ha sufrido una
necrosis en la musculatura y la pérdida
de la piel, a parte de la considerable macrocefalia.
Se dispuso a agarrar al ser con una pértiga en la cual había un lazo
metálico para ese fin. Lo agarraría y lo arrastraría hasta colocarlo en una
camilla quirúrgica para empezar a comprobar los efectos interiores de aquella
nueva inyección, el HIC 34. Un autopsia
para ver el resultado de los experimentos, un “prueba -error”.
Pero lo que sucedió
a continuación estuvo fuera de todo pronóstico.
El doctor agarró el cuello del objeto a estudiar con el artilugio. Se
dispuso a arrastrarle hasta sacarle de la habitación. Pero se vio interrumpido
por un silbido repentino, un ruido
estridente y agudo que bloqueaba por completo a los doctores que se
encontraban abajo, y, sorprendentemente, también a la gente que estaba detrás
de la galería. Frente a tal sonido los doctores solo pudieron
agacharse y taparse los oídos para evitar, o por lo menos intentarlo, caer
presos de ese estridente ruido.
El suceso apenas duró unos segundos.
Unos segundos que hicieron mella en aquellos afligidos. Pero sin duda, lo más perturbador fue aquella
nueva sensación que empezaron a percibir.
El primero en darse cuenta fue Markovic, el cual se había escondido detrás de
la mesa de control vigilando con atención lo que sin duda para él fue la causa
del estruendo. Notó un cambio, un pequeño detalle, o más bien tuvo un
presentimiento. Un presagio de que algo no iba bien, e iría a peor. Se fijó en
aquellos ojos grandes antes vacíos. Tenía la sensación de que aquél ser le observaba
y le sonreía con aquella dentadura sin labios. Sus ojos negros le hipnotizaban,
penetrándole a través de sus pupilas. Él podía
ver sus pensamientos. Sabía en qué estaba pensando. Le sonreía. Esta sensación le llenó de terror. Quiso huir,
pero no podía.
Los científicos se recuperaron del siniestro suceso, intentando dar una
explicación a lo inexplicable, sacar una hipótesis pedida por su cometido
científico. Se quiso continuar con el
análisis del cuerpo del sujeto, olvidado desde hacía un rato.
-Sigamos con el proceso de análisis, por favor, manténganse serios y
vuelvan a su sitio para proseguir. – Dijo una voz grave en la sala.
Los hombres que estaban abajo se levantaron tras haber cedido contra
aquél sonido agudo y echarse al frío suelo protegiéndose con los brazos y las
manos los oídos y la cabeza.
Cogieron el aparato que aún seguía atado al cuello del individuo. Su
respiración resultaba curiosamente acelerada, delatando cierto terror hacia un
presentimiento. Las manos, y en general todo el cuerpo, del hombre que tenía que arrastrar al
individuo temblaba.
Lo colocaron encima de la camilla quirúrgica y ataron bien fuerte todas las extremidades para
evitar un posible sobresalto. Colocaron una lámpara cenital justo encima de la camilla y cogieron
el material necesario para la intervención. Unas gotas de sudor corriendo por
la frente de los científicos demostraban la tensión de aquel momento, se temían
lo peor.
Mientras tanto Markovic, que aún no se había movido, observaba desde la
misma sala en una esquina. Le inquietaba lo que pudiera haber dentro de
aquellas entrañas, y sin duda, quería saber qué era aquel monstruo, que pese a las
observaciones que señalaban el estado exánime, había producido tal fenómeno. Algo dentro de él le dijo que el espectáculo
no iba a acabar aquí, únicamente había empezado.
El hombre cogió un bisturí mientras calculaba con cierto nerviosismo
por donde iba a abrir. Su compañero estaba situado a su lado y sujetaba la vara
metálica, que al parecer hacía sentirle más seguro. El silencio reinaba en la
sala cuando se procedió a cortar el vientre del experimento. Lentamente acercó
el bisturí al lugar donde iba a iniciar el corte. La cara del hombre era de
completa concentración. Sus ojos estaban
fijos en aquel mismo punto donde se juntarían acero y carne.
En el mismo momento en el que se producía el contacto, algo similar a una descarga recorrió el brazo
del científico, lo cual hizo que lanzara el bisturí violentamente al suelo y
cayera hacia atrás. Su compañero sobresaltado hizo ademán de ayudarle, pero no
apartaba la mirada de aquella camilla. Quién estaba en el suelo, paralizado, gemía.
Los observadores, debido a la rapidez de lo sucedido, no comprendían que pasaba,
algo iba mal.
-¡No es algo natural… mundano! – Dijo quedamente, al parecer
recuperado, el científico mientras se levantaba. Miró aquellos ojos negros,
fríos, penetrantes. Había algo en ellos que los hacía hipnóticos.
-Hay que acabar con esto…- Dijo otra vez, mientras cogía la vara
metálica de su compañero.
Quien pudo estar ahí abajo seguramente notó aquella brisa fría, la
típica brisa que te eriza los pelos de la nuca presagiando algo trágico, un
preludio de lo que vendrá después.
Y después cesó.
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