jueves, 26 de diciembre de 2013

Puerta 13 Capítulo 2

2

Se abrió la puerta pesadamente. Todos los científicos desde la galería estaban expectantes. Los dos hombres que estaban junto a la puerta de aquella sala,  entrecerraron los ojos para ver mejor el interior de aquel recinto. Cuatro paredes de hormigón armado formaban aquella habitación, iluminada por cuatro fluorescentes de tenue luz. La sobriedad de aquello delataba lo que albergaba en su interior.  El cual, tendido sobre aquel suelo, transmitía cierta turbación en el ambiente, cierto recelo desconfiado hacia un posible sobresalto.  La figura se encontraba doblada sobre sí misma, en una posición fuera de lo normal –e imposible para un ser humano corriente- sobre el suelo gris y rugoso. Alrededor de aquella presencia había unas manchas untuosas de color verde, como si de sangre se tratara, que probablemente de él habían salido. Los científicos se acercaron. Primero el que estaba armado con aquel dispositivo de descargas, y después, más retrasado, el científico con la libreta.
                -El objeto  a observar se encuentra en estado de catalepsia, sus constantes están fuera de lo común. Es posible que se le pueda dar por muerto. – Subrayó el que sujetaba la libreta.
El hombre movió el cuerpo inánime ayudándose de la vara con diodos. Lo que se pudo ver fue un cuerpo antropomorfo, carente de piel y con los músculos pútridos. Si no hubiese sido por su macrocefalia cualquiera lo hubiera confundido por un hombre sin vida; sin vida desde hacía unas semanas.
Lo desconcertante era aquella prominente frente con aquellos grandes ojos oscuros, fríos y profundos y aquella boca carente de labios.  Como una sonrisa perversa, en la cual, unos dientes afilados de depredador ofrecían cierto toque siniestro.
-El individuo ha sufrido una considerable mutación referente a la base inicial y al pronóstico del laboratorio. Puede estar debido a un fallo en la introducción del gen nuevo, o del virus transportador del episoma. El resultado ha sido esta atrocidad de ser diabólico que, después de una semana de la infiltración, ha sufrido semejante… ¿metamorfosis? Algo sobrenatural, o que roza la barrera de lo natural. –Explicaba otra vez. –El paciente ha sufrido una necrosis en la  musculatura y la pérdida de la piel, a parte de la considerable macrocefalia.
Se dispuso a agarrar al ser con una pértiga en la cual había un lazo metálico para ese fin. Lo agarraría y lo arrastraría hasta colocarlo en una camilla quirúrgica para empezar a comprobar los efectos interiores de aquella nueva inyección,  el HIC 34. Un autopsia para ver el resultado de los experimentos, un “prueba -error”.
Pero lo que sucedió a continuación estuvo fuera de todo pronóstico.
El doctor agarró el cuello del objeto a estudiar con el artilugio. Se dispuso a arrastrarle hasta sacarle de la habitación. Pero se vio interrumpido por un silbido repentino, un ruido  estridente y agudo que bloqueaba por completo a los doctores que se encontraban abajo, y, sorprendentemente, también a la gente que estaba detrás de la galería.   Frente a tal sonido los doctores solo pudieron agacharse y taparse los oídos para evitar, o por lo menos intentarlo, caer presos de ese estridente ruido.
El suceso apenas duró unos segundos.  Unos segundos que hicieron mella en aquellos afligidos.  Pero sin duda, lo más perturbador fue aquella nueva sensación que empezaron  a percibir. El primero en darse cuenta fue Markovic, el cual se había escondido detrás de la mesa de control vigilando con atención lo que sin duda para él fue la causa del estruendo. Notó un cambio, un pequeño detalle, o más bien tuvo un presentimiento. Un presagio de que algo no iba bien, e iría a peor. Se fijó en aquellos ojos grandes antes vacíos. Tenía la sensación de que aquél ser le observaba y le sonreía con aquella dentadura sin labios. Sus ojos negros le hipnotizaban, penetrándole a través de sus pupilas. Él podía ver sus pensamientos. Sabía en qué estaba pensando. Le sonreía.  Esta sensación le llenó de terror. Quiso huir, pero no podía.
Los científicos se recuperaron del siniestro suceso, intentando dar una explicación a lo inexplicable, sacar una hipótesis pedida por su cometido científico.  Se quiso continuar con el análisis del cuerpo del sujeto, olvidado desde hacía un rato.
-Sigamos con el proceso de análisis, por favor, manténganse serios y vuelvan a su sitio para proseguir. – Dijo una voz grave en la sala.
Los hombres que estaban abajo se levantaron tras haber cedido contra aquél sonido agudo y echarse al frío suelo protegiéndose con los brazos y las manos los oídos y la cabeza.
Cogieron el aparato que aún seguía atado al cuello del individuo. Su respiración resultaba curiosamente acelerada, delatando cierto terror hacia un presentimiento. Las manos, y en general todo el cuerpo,  del hombre que tenía que arrastrar al individuo temblaba.
Lo colocaron encima de la camilla quirúrgica y  ataron bien fuerte todas las extremidades para evitar un posible sobresalto. Colocaron una lámpara  cenital justo encima de la camilla y cogieron el material necesario para la intervención. Unas gotas de sudor corriendo por la frente de los científicos demostraban la tensión de aquel momento, se temían lo peor. 
Mientras tanto Markovic, que aún no se había movido, observaba desde la misma sala en una esquina. Le inquietaba lo que pudiera haber dentro de aquellas entrañas, y sin duda, quería saber qué era aquel monstruo, que pese a las observaciones que señalaban el estado exánime, había producido tal fenómeno.  Algo dentro de él le dijo que el espectáculo no iba a acabar aquí, únicamente había empezado.
El hombre cogió un bisturí mientras calculaba con cierto nerviosismo por donde iba a abrir. Su compañero estaba situado a su lado y sujetaba la vara metálica, que al parecer hacía sentirle más seguro. El silencio reinaba en la sala cuando se procedió a cortar el vientre del experimento. Lentamente acercó el bisturí al lugar donde iba a iniciar el corte. La cara del hombre era de completa concentración.  Sus ojos estaban fijos en aquel mismo punto donde se juntarían acero y carne.
En el mismo momento en el que se producía el contacto,  algo similar a una descarga recorrió el brazo del científico, lo cual hizo que lanzara el bisturí violentamente al suelo y cayera hacia atrás. Su compañero sobresaltado hizo ademán de ayudarle, pero no apartaba la mirada de aquella camilla. Quién estaba en el suelo, paralizado, gemía. Los observadores, debido a la rapidez de lo sucedido, no comprendían que pasaba, algo iba mal.
-¡No es algo natural… mundano! – Dijo quedamente, al parecer recuperado, el científico mientras se levantaba. Miró aquellos ojos negros, fríos, penetrantes. Había algo en ellos que los hacía hipnóticos.
-Hay que acabar con esto…- Dijo otra vez, mientras cogía la vara metálica de su compañero.
Quien pudo estar ahí abajo seguramente notó aquella brisa fría, la típica brisa que te eriza los pelos de la nuca presagiando algo trágico, un preludio de lo que vendrá después.

Y después cesó. 

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