Veo sus caras. Veo sus gestos de
rabia. Veo la saliva que sale de sus bocas disparada en pequeñas gotas que se
difuminan en el aire. Veo cómo escupen palabras. Veo cómo se indignan y cómo se
inyectan sus ojos en sangre. Veo cómo se enfrentan cara a cara e intercambian
sandeces y exabruptos salidos de tono. Veo cómo todo va deprisa. ¿Alguien tiene
razón? Estoy expectante. Son todos
iguales. Salgo fuera.
Levantas la vista y ahí está: la
cúpula estrellada del cosmos. No hay nada que hacer. Somos pequeños. Mientras
todo descansa en el perpetuo vacío nosotros nos peleamos en este granito de
arena del que nos hemos adueñado. ¿Quién nos vendrá a salvar? Creo que nadie.
Somos solo polvo de estrellas. Pasamos unos detrás de otros sin que allá arriba
nadie se inmute. Hoy hay lluvia de estrellas. Estirado en el suelo, sintiendo
el tacto de la arena y haciéndola pasar por entre tus dedos. Sintiendo el tacto
de la hierba, húmeda de la noche. Ahí están las estrellas, ahí, arriba. Y como
un corte de luz en el cielo veo la primera estrella fugaz. Y mientras tanto
todo sigue en su lugar.
Están en sus casas, pegados a la
caja tonta, pudriéndose en sus butacas. Están en las terrazas de los bares
tomándose unas cañas. Están leyendo un libro. Están fundiéndose en la cama.
Están cometiendo un asesinato. Están persiguiendo al asesino. Están dirigiendo
a la gente a la ruina. Están al borde de la muerte. Están al borde de la vida.
Están muriéndose de hambre y muriéndose de ricos. Están en todas partes.
Protestando en las calles. Rezando a dioses verdaderos y riéndose de dioses
falsos. Meditando sobre su sentido. Siendo pragmáticos en el sin sentido.
Algunos miran las estrellas. Las únicas estrellas fugaces somos nosotros, polvo
de estrellas.
Segundo corte de luz en el cielo,
segunda estrella fugaz. Van cayendo mientras tanto. Y estoy embobado mirando
hacia arriba. Cuando veo todos aquellos mundos de hace millones de años me
entra un escalofrío. Su luz ya está extinta o seguirá brillando algunos
millones de años más. Es reconfortante, es una manera de decir que no le
importamos a nadie más allá de nuestro pequeño hogar. De alguna manera me
empapo de ese sentimiento y cómo un alienígena paseo entre los entes terrícolas
sin apreciar su existencia. Qué pequeños somos y qué poco le importamos al
vasto cosmos si tal como nacemos hemos de morir. No somos más que fruto de las
circunstancias, nada más.
Creo que mientras me escupan en
la cara sus inútiles palabras les diré - Tío, si no eres más que una mota de
polvo en este universo, no vas a cambiar las cosas. No le importas a las
estrellas, seguirán ahí y tú morirás. – Luego volveré a estirarme en el suelo,
pasaré la arena entre mis dedos y notaré la húmeda hierba. Tercer corte de luz
en el cielo, tercera estrella fugaz de la noche, polvo de estrellas.
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