- Vamos a ordenar los libros de encima de la mesa.-
- ¿Por qué?- pregunto. Ya siento que tendremos que ponernos
manos a la obra.
- Me gustaría tener una mesa donde poder desayunar- vaya,
hombre, yo desayuno en el mármol de la cocina, pienso.
- Pero… es apoyo emocional. Mira, es con solo verlos ahí…
Aleixandre, los quarks estos de un tal Fritzsch… a ti te gusta eso, seguro;
Nietzsche por ahí… apoyan moralmente, contribuyen a la atmósfera de estudio… -
igual cuela, ¿no?
- Quiero desayunar.-
Entonces cojo un libro aleatorio y leo un verso en voz alta
- siempre al alcance de la mano, claro, bendito desorden – con tal de
convencerle de que el desorden es bueno y acogedor.
La mesa estaba llena de libros y
papeles, partituras, apuntes que nunca releo y cien veces reescribo y cien
veces más se acumulan sobre esos otros. La pila de libros. A veces me gusta
retocar las pilas de libros para que queden bonitas. No es lo mismo una pila de
libros que se erige vertical que una que la repartes en varios montoncitos. Es
más delicado. Creo. Además, ya no sería una pila de libros, serían varias pilas
de libros más pequeñas. Es repartirlas bien en el espacio, coherentemente. También
hay un par de atlas mazacotes por ahí encima, sí, buah, el de The Times es tan
genial. El único problema es que la mesa circular donde todos se acumulan ha
quedado tan invadida que ya nadie puede desayunar. Así que, o desayunas en la
cocina o desayunas en la mesa del ordenador mientras tienes el ratón por ahí
entrometido, estorbando y peleando con tu croissant. O cruasán. Bueno, y luego
está esa antología de poesía de las letras hispánicas que creo que soy yo el único
que la ha sacado de la biblioteca (un par de veces seguidas) en los últimos
cuatro años.
El problema está en cómo ordenar
la mesa, cómo reorganizarla. Si los libros están encima de la mesa porque no
había otro espacio posible en ninguna estantería, ¿dónde coño piensas ponerlos
ahora? ¿En una pila de libros en el suelo? ¿Encima del sofá? Pero en el sofá
hay carpetas amarillas y azules. Bendito desorden literario. Bendito desorden
acogedor de poesía y letras. Desayunemos en la cocina, que luego pasear por la
sala, mientras estudias, es más interesante.
-¿Pero me ayudas a recoger la
mesa o no?- Claro, ante la situación me he puesto a escribir esto, je.
- Mmm…- Se me han acabado las excusas para la pereza.
Debería contribuir. Lo único bueno de recogerlo todo es que igual encuentro mis
llaves.
Pues eso, bendito desorden literario. Oye, ¿al final encontraste las llaves?
ResponderEliminarUn abrazo, Tomeu. : ))