Cosas que eran evidentes:
hicieran lo que hicieran, el acontecimiento iba a ser de tal magnitud e iba a
causar tanto revuelo, que la inversión acabaría resultando un éxito. Con la
excusa anterior, lo siguiente era desenterrar un universo y una saga ya de por
sí muy exprimida e intentar renovarla, rejuvenecerla, o contar cualquier cosa
nueva. O no, claro, también estaba la fácil solución de vivir del cuento, de
sustentarlo todo a base de personajes mitificados, homenajes por doquier e ir
tirando con todo, que ya salía solo. Pero bueno, no me sorprende, la película
siempre se había pretendido como un homenaje a la trilogía original, como un
reacercamiento a aquellos fans que miraron con malos ojos a los tres primeros
episodios que, puede ser verdad, se alejaron de la esencia primigenia de la
saga. Así que, partiendo del hecho de que, evidentemente, iban a buscar
aprovecharse de las referencias y los reiterados homenajes para así reflotar la
parafernalia de Star Wars y enlazar con todo el nuevo contenido que iba y está
por venir, voy a decir por qué me ha
parecido todo una chapuza.
La idea de Star Wars era bien
sencilla. Antítesis clara y esquemática y que funciona perfectamente, de
maravilla: una férrea y autoritaria maquinaria como el Imperio, controlada en
su seno por unos personajes malignos, movidos por el lado oscuro, por la ambición, es más, por una insana ambición
apasionada y desenfrenada. En el lado contrario, las fuerzas rebeldes, luchando
por una noble causa, por la democracia, la heterogeneidad y, análogamente,
asociados al lado luminoso de la
fuerza, que representa la sabiduría, la moderación, el Bien, en definitiva.
Ambos bandos están enzarzados en una guerra civil a nivel galáctico.
No es casualidad que, para
reafirmar esa idea de monotonía perfecta y deshumanizada, nos presenten a un
ejército de soldados sin rostro, impolutos de blanco, obedeciendo sin rechistar
las órdenes de un ser mitad hombre y mitad máquina, oculto bajo un casco tenebroso
y vistiendo todo de negro, ensalzando así su posición y su figura, dando a
entender perfectamente al espectador, tan solo con la imagen, la jerarquía ahí
habida.
Tampoco es casualidad que el ejército
rebelde esté formado por un grupo totalmente heterogéneo, desorganizado
incluso, con la intención de reafirmar, a su vez, la idea de democracia por la
que luchan. Como ejemplo perfecto, la imagen de los pilotos a bordo de sus X-Wing, dirigiéndose a destruir la
Estrella de la Muerte, sí, aquel grupo pintoresco y variado de pilotos de
varias razas, todos ellos con sus destacadas peculiaridades. Ahí está,
perfectamente encajado, Luke. Y no hace falta darle muchas vueltas, Luke es un
tipo raro, con sus historias de la fuerza y tal, seguro que sus compañeros le
miraban pensando que estaba un poco pirado.
Pues bien, a esa idea sencilla le
sumamos unos cuantos personajes carismáticos y la cosa funciona de maravilla.
Uno de ellos es Han Solo, un colgado que hace de contrabandista y junto a Darth
Vader, del que ya hemos hablado, ya están todos los ingredientes para que funcione toda la saga.
Y bien, esa es la esencia de Star
Wars. La chapuza que echa a perder todo lo anterior es la siguiente:
Darth Vader es capital, es el
gran villano. Y aquello de que una película se mide por su villano aquí resulta
totalmente cierto. En esta nueva entrega nos presentan a un joven patético, un
fanboy cutre que adora a su predecesor y al que, indiscutiblemente, no le llega
ni a la suela de los zapatos. Vamos a ver, Kylo Ren, ¡tú eres un sith, deberías
empezar por ser un ególatra, deberías creérte mejor que Darth Vader! Además,
supuestamente Darth Vader queda redimido al final del sexto episodio, no sé qué
veneras entonces.
Los soldados imperiales ahora
resulta que piensan. ¡Piensan! ¡Ahora los clones se plantean conflictos éticos
y dudan! ¡Dudan! ¡¿Qué es esto?! ¿Desde cuándo un clon (que ya no es ni eso, es
un recluta) coge y se plantea toda la superestructura ideológica imperialista
que lleva metida en el coco y decide desertar? Además, ¿no era un ejército de
clones? ¿NO OS CASCÁSTEIS TRES PELÍCULAS PARA EXPLICAR DE DÓNDE VENÍA TODO EL
EJÉRCITO DE CLONES? Pero, bueno. Ah, este es un tal Finn, y para mí es un
personaje totalmente anodino, tan anodino como su coleguis de viaje, el
guaperas ese de Poe Dameron, que está ahí y se pasea y hace cosas.
Las coincidencias. Que el guion
se base en coincidencias. Cutre. Y ya de entrada, desde un punto de vista estadístico,
podríamos pararnos a pensar que nuestros queridos personajes están en una
galaxia de varios millones de años luz de extensión, con lo que esas
coincidencias son aún más inconcebibles. Vale, sí, que es una peli de sables láser
y aventuras en las estrellas, no hay que pedirle mucho. Pero el hecho de que se
encuentren a Han Solo por ahí y se una a la gymkana de buscar a Luke y, azaroso
destino, se topa con su hijo que anda por ahí metido y, ¡esperadme diez minutos!,
que ahora me preocupo por mi hijo que está haciendo gamberradas. Joder, y
encima la palma. Supongo que Harrison Ford dijo “una y no más”, exigiendo, además,
una cuantiosa suma. Pero, bueno, cosas que pasan.
La tercera Estrella de la Muerte
y sus increíbles ingenieros. Bien, como con dos Estrellas de la Muerte no
tuvieron suficiente, decidieron, en un clamoroso intento de demostrar su valía
y superar todas las expectativas, concebir un Planeta de la Muerte, gigantesco,
abrumador, capaz de absorber la energía de soles enteros y utilizarla para desintegrar planetas… Vamos, lo de siempre. Lo
realmente interesante sería conseguir explicar cómo los ingenieros de la nueva
base no han conseguido solucionar los viejos problemas de siempre y cómo una
pandilla de estrafalarios personajes sortean todo tipo de dificultades,
consiguen toparse los unos con los otros (¡¿otra coincidencia?!) y sabotear la
descomunal estructura y, bueno, luego los cazas rebeldes hacen el resto y… NO,
TÍO, NO CUELA YA. NO CUELA. ¡Amigos, hay que destruir todo un planeta
gigantesco ideado por personas malvadas y con la capacidad de desintegrarnos en
un abrir y cerrar de ojos! ¿Alguna idea? Se reúnen y en diez minutos lo tienen,
claramente.
...
Después de unas horas, la conversación terminó. Habíamos levantado la voz en aquella cafetería, entusiasmados, comentando la película, escupiendo saliva y gesticulando mucho, moviendo los brazos acaloradamente. Ambos, fieles seguidores de la saga, coincidimos en casi todo. También en lo último: pese a todo, íbamos a tragarnos todas las películas que estaban por salir, a disfrutar del espectáculo de efectos especiales y a emocionarnos con la banda sonora como si fuésemos niños.
El café, junto con un pincho de tortilla increíble, solo uno veinte.